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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Cuando una mujer no está llamada a la más perfecta de las vocaciones, que es la religiosa, es que Dios la llama al matrimonio. No hay vocación del celibato. El matrimonio es indispensable para las mujeres destinadas a vivir en el mundo. Piensa, Magdalena, que la mujer no es nada por sí misma... ¿Nada? ¿Yo no soy más que una apariencia? Soy muy real, te lo aseguro. Nada en lo moral, hija mía.
Colmarla de favores y de beneficios y os dará si lo pedía cuanto tiene; más no esperéis una palabra de consuelo en el dolor, ni una lágrima, ni un significativo apretón de manos en un momento solemne. En la indiferencia ni nacen venganzas, ni anidan amores, ni se evocan recuerdos. Angué es indiferente. Angué sigue inmóvil. Ni piensa, ni siente, odia, ni ama. Angué duerme.
¡Germana! ¡Vamos, pobre amigo mío, piense usted en lo que dice! ¡Germana! ¿Ha muerto la señora de Villanera? La señora de Villanera es Honorina. Va a casarse con el conde. Tome usted, aquí tengo la carta. Pero, ¿qué piensa usted de la conducta de Honorina? El barón leyó de una ojeada la carta del doctor. ¿Hace mucho que sabe usted eso? preguntó. Desde esta mañana, cuando iba a casa de Honorina.
Pero, si no piensa en tal cosa y me he engañado, ¿no sería tan ridículo como impertinente el tomarle la delantera y hacerle comprender que he adivinado su intención y que no debe contar conmigo? Por otra parte, ¿no ha dicho que solamente Elena elegiría?
¿Quién que ve un vaso roto, o un edificio en ruina, o una palma caída, no piensa en las viudas? A don Manuel no le habían bastado las fuerzas, y en tierra extraña esto había sido mucho, más que para ir cubriendo decorosamente con los productos de su trabajo las necesidades domésticas. Ya el ayudar a Manuelillo a mantenerse en España le había puesto en muy grandes apuros.
Piensa en ella... ¡Como que ya yo lo había barruntado!... ¡Claro, sus atenciones para con ella!... ¡Su distraída indiferencia hacia las demás!... ¡Sus perpetuos aplazamientos!... ¡Nunca lo hubiera creído capaz de semejante locura!... ¡Qué absurdo!... ¡Qué absurdo tan culpable!... ¡Primero, quitarme a esa muchacha que ha llegado a serme indispensable!... Después, imponerme la carga de mantenerlos, porque los desafío a que vivan si yo no los ayudo... ¡Están frescos!... Pero, ¿se entienden?... ¿Se han puesto de acuerdo?... ¿Es tiempo todavía de parar el golpe?... ¡Eso es lo que ante todo necesito averiguar!
Usted piensa díjele riendo, que el bosque de Bolonia es insuficiente como selva virgen. Eso puede llevar muy lejos repuso Luciana. ¡Bah! El mundo es tan pequeño... Pronto se le da la vuelta. ¿Qué es lo que usted llama pronto? Dos o tres años... ¿Y encuentra usted que es poco? Eso prueba que no deja usted detrás ningún pesar.
Dice mi tía, que todos los hombres son unos bandidos, ¿qué piensa usted a este respecto, Juan? ¡Unos bandidos! repitió Juan, que agrandó los ojos como si percibiera un monstruo delante de sí. Sí, pero es la opinión de mi tía, y quiero tener la de usted. ¡Caramba! sí, con todo, bien podría ser. Pero eso no es una opinión, Juan.
No encontrarías dificultades... No eran las siete de la mañana cuando el tío Griel, un ladino que tiene la costumbre de tratar los negocios al salir de la cama, vino a consultarme sobre la venta de su prado de Ognolles y me insinuó de paso que piensa dar a su hija cien mil francos de dote... y que la chica no detesta a los militares...
Sin embargo, estoy seguro de que nunca le faltará media hora para venir a verte. ¿Tú lo quieres? No mucho, señor. ¿Pero quieres servir al Rey? Sí, señor. Pues entonces, mándale a decir que le esperas junto a la gran piedra que hay en el camino de Zenda al castillo, a la salida del pueblo, mañana a las diez de la noche. ¿Piensa usted hacerle algún daño, señor? Ninguno, si hace lo que yo le ordene.
Palabra del Dia
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