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Actualizado: 24 de julio de 2025
Repartía el cogulla a diestro y siniestro golpes de cuchara, y ellos se aporreaban para quitarse la ración, y entre manotadas y coces iban logrando la parte correspondiente, para retirarse después a un rincón, donde pacíficamente se lo comían. Yo les miraba con lástima, cuando divisé en el hueco de una puerta una figura que me hizo quedar perplejo y aturdido.
Quedose perplejo don Cándido, y haciendo al fin un esfuerzo por parecer enojado, contestó: A pesar de eso. ¡En domingo no se trabaja! ¿Y cuántos sois? Doce. ¿Cuánto gana cada uno? En junto: ¿cuánto importan los jornales de hoy? El cantero sacó la cuenta por los dedos, y repuso: Ciento quince reales.
Yo tirar parte arriba ventana. No lo comprendía. Me miró por un momento perplejo, y luego, arrancándome la carta de la mano se deslizó rápidamente por la escalera. Al cabo de un momento, con gran sorpresa mía, la carta entró volando por la ventana, dio dos veces la vuelta por la habitación y luego se posó suavemente como un pájaro sobre mi escritorio.
Es una suerte que tengáis este hogar elevado en vez de una parrilla; el fuego está así menos a su alcance; sin embargo, si tenéis algo que pueda derramarse o romperse o lastimarle los dedos, en seguida tratará de agarrarlo, y es razonable que estéis advertido. Silas, quedando algo perplejo, reflexionó un instante. La ataré al pie del telar dijo por fin ; la ataré con una faja larga y sólida.
Pero de pronto, una voz surgió de la penumbra: ¿Y las mujeres?... ¿Qué hace usted de las mujeres? El tío Correa, sorprendido y perplejo, paseó una mirada por el corro de oyentes, preguntando: ¿Qué mujeres son esas? ¿Qué tienen que ver las mujeres con esta historia?
Contemplólo Simoun detenidamente, lo abrió y lo cerró repetidas veces: era el mismo relicario que María Clara llevaba en la fiesta de San Diego y que en un movimiento de compasion había dado á un lazarino. Me gusta la forma, dijo Simoun, ¿cuánto quiere usted por ella? Cabesang Tales se rascó la cabeza perplejo, despues la oreja y miró á las mujeres.
Durante la comida, todos charlaban por los codos, excepto Pacorrito, que por ser muy corto de genio no desplegaba sus labios. La presencia de aquellos personajes de uniforme y entorchados le tenían perplejo, y se asombraba mucho de ver tan charlatanes y retozones á los que en el escaparate estaban tiesos y mudos cual si fuesen de barro. Principalmente el llamado Bismarck no paraba.
Bringas no respiraba mientras su mano trémula rompía el sobre y desdoblaba el papel. Rosalía aguardaba también con anhelosa curiosidad... ¡Ocho mil reales! Leyendo esta suma Bringas se quedó perplejo, vacilante entre la alegría y la pena, pues si la cantidad le parecía excesiva, por otra parte, sus temores de que fuera disparatadamente grande, se calmaban ante la cifra verdadera.
Y luego en pie y piadosa se levanta, Y poniendo los ojos en el viejo, Desembudó la voz de la garganta: Y con cierto desden y sobrecejo, Entre enojada y grave, y dulce dixo Lo que al humido dios tuvo perplejo. Y aunque no fue su razonar prolixo, Todavia le truxo á la memoria Hermano de quien era y de quien hijo.
Y hay que volver al siniestro paseo por la enorme ciudad solitaria... Las luces brillan mortecinas; un perro aúlla en la lejanía. Y cuando, golpeada la tercera puerta, nos han abierto, yo he bajado de la tartana perplejo y asombrado. Sí, sí que hay habitación.
Palabra del Dia
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