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Actualizado: 19 de junio de 2025
Luz habría de sentarles a su mesa en el banquete de la vida y darles la parte de amor que les correspondiese, o resignarse a perecer. No se repliega el viento a los senos misteriosos donde nace, ni el agua retrocede a las fuentes en que brota; pero el espíritu está sujeto al atavismo como el cuerpo a la herencia. Juan era hijo del camino.
Que habia temido por instantes perecer con todos sus soldados y vecinos, á manos de los sitiadores, porque habian hecho empeño de rendirlos por la fuerza ó por el hambre: pero que habian cobrado nuevo aliento, y tenido el mayor consuelo con la noticia de la proximidad de las tropas del Rey; manifestándolo desde luego con la demostracion de dar las debidas gracias al Todo Poderoso, por una felicidad que no esperaban, anunciándola á los rebeldes con un repique de campanas y repetidas salvas de la artilleria y luminarias.
¡Pobre muchacha! prosiguió el médico . Ha visto perecer como un animal rabioso á la que era toda su familia. Poco después se enteró de la muerte de cierto oficial que deseaba ser su marido. Todos en el castillo admiran su energía. »No sé cuándo come, no sé cuándo duerme.
Le vio cuando llegaba a Venecia para morir en el silencio de los canales, en aquella calma únicamente turbada por el golpe del remo, donde muchos años antes había creído perecer mientras escribía su Tristán, el himno a la muerte, pura y libertadora.
Su padre, al regresar de la Siberia donde creyó perecer, se apresuró gozoso a decirle: «Mio caro figlio, debes a mi ternura una inmensa fortuna». ¡Y a pesar de tan dichoso porvenir, su hijo ha querido matarle!... Felizmente no lo ha hecho... En su desesperación se desterró voluntariamente; huyó de Nápoles, su patria, y se marchó a país extranjero, sin dinero, sin ningún medio de subsistencia, y tomando el nombre de Farinelli, que debía hacer célebre para siempre, dedicose al canto para poder vivir...
Una sonrisa crispó sus labios. ¡Perecer! sí, pero no solo. ¡Sucumbir! muy bien, pero no sin vengarse. Los jinetes empezaban á aparecer por las anchas avenidas del bosque. Los coches rodaban al trote de sus tiros, los más hermosos del mundo. La vida elegante renacía en su diario y monótono esplendor.
Cuando éstos hablaban se estremecía el suelo, temblaba el aire, y los pobladores de la arboleda, cuervos y liebres, mariposas y hormigas, huían despavoridos para ocultarse, como si el mundo fuese á perecer en ruidosa convulsión. Ahora, los monstruos bramadores permanecían callados. Se llegaba junto á ellos sin verlos.
Faust sabe que Margarita ha hecho perecer al nino que habia dado a luz, esperando por este medio el escusarse la vergueenza de su conducta. Su crimen ha sido descubierto, se le ha puesto en prision, y al dia siguiente debe morir en un cadalso.
De éstos, salieron el 23, para represar las naves que estaban a la vista, el Montañés, el San Justo, el San Francisco y el Rayo; pero los dos últimos se perdieron en la costa, lo mismo que el Monarca, de 74, mandado por Argumosa, y el Neptuno, de 80, cuyo heroico comandante, D. Cayetano Valdés, ya célebre por la jornada del 14, estuvo a punto de perecer.
Su destino era devorar, ser fuerte, y si se veía desarmada, con las defensas rotas, entregarse al infortunio sin protesta y perecer. ¡La muerte antes que abdicar de su origen, de la noble fatalidad del nacimiento! Para los fuertes no había en la tierra y en el mar satisfacciones ni vida fuera de su ambiente.
Palabra del Dia
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