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Actualizado: 19 de mayo de 2025
¿Y quién no abriga fuego sacrosanto Y vuela con ardor á la batalla? ¿A quién detiene ni el amor, ni el llanto, Ni el silbo de la bala y la metralla? ¿Quién por la patria perecer no jura De Varela en la yerta sepultura?
Recibió un golpe de la culata del revólver en medio del pecho y al mismo tiempo la otra mano del teniente cayó cerrada sobre su rostro. El viejo se encorvó: quería llorar, quería perecer.
El estancarse sería perecer; se creería falta de recursos o de mérito su constancia. Cuando su boga decae, la reanima con algún escándalo ligero; un escándalo es para la fama y la fortuna del calavera un leño seco en la lumbre; una hermosa ligeramente comprometida, un marido batido en duelo, son sus despachos y su pasaporte: todas le obsequian, le pretenden, se le disputan.
Ni aun entonces se apartó su vista de los barcos ingleses ni de los movimientos de nuestra artillería; y el imponente aspecto del alcázar y toldilla, donde agonizaban sus amigos y subalternos, no conmovió su pecho varonil ni quebrantó su enérgica resolución de sostener el fuego hasta perecer. ¡Ah!, recordando yo después la serenidad y estoicismo de D. Francisco Javier Uriarte, he podido comprender todo lo que nos cuentan de los heroicos capitanes de la antigüedad.
Y sin embargo, se consideró solo, á merced del destino, expuesto á perecer de hambre; más solo que cuando atravesaba las horrendas alturas de los Andes, las tortuosas cumbres de roca y nieve envueltas en un silencio mortal, interrumpido de tarde en tarde por el aleteo del cóndor.
Decia un dia el gran filósofo Citofilo á una dama desconsolada, y que tenia sobrado motivo para estarlo: Señora, la reyna de Inglaterra, hija del gran Henrique quarto, no fué ménos desgraciada que vos: la echáron de su reyno; se vió á pique de perecer en el océano en un naufragio, y presenció la muerte del rey su esposo en un patíbulo.
Asaltadas por todas partes por los antiguos propietarios del terreno, acaban por abandonar el sitio que el derrumbamiento de su roca madre le había hecho conquistar violentamente. El botánico, que las estudia en su nuevo ambiente, las ve perecer poco á poco.
En vez de ayudarme, tiraban de la cuerda para estrangularme más pronto. Me veían devorada por la usura, y no eran para ofrecerme un préstamo en buenas condiciones. Ellos pudieron salvarme y me dejaron perecer.
En este teatro de desolacion brilló el génio activo de D. Sebastian Segurola, sobre el cual gravitaba la responsabilidad de conservar un numeroso vecindario, reducido á perecer de hambre, ó á entregarse al cuchillo de una horda feroz. Solo la firmeza de este gefe pudo librarlo de tan grande infortunio. Ni fué menos honrosa la conducta de Valle, Flores, y del mas esforzado de todos, Reseguin.
Una sociedad civilizada no puede admitirlos porque se oponen abiertamente a las leyes de la selección y de la lucha por la existencia, que se cumplen en el organismo social como en los inferiores. En esta lucha los débiles deben perecer: así es conveniente para el progreso de la especie.
Palabra del Dia
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