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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Hace ventiocho años era yo un pobre estudiante, sin una peseta en el bolsillo; pero, en cambio, ni estaba gordo, ni tenía canas, ni calva, ni arrugas, y las gentes afirmaban, perdone usía la inmodestia con que lo recuerdo, que era yo un bonito muchacho, listo y gracioso. Nada tiene de extraño, por consiguiente, que se enamorase de una mujer del sobresaliente mérito de mi Joaquina.

Entonces el teniente de artillería don José Manuel Martínez Ruda le interrumpió: Perdone el alférez. Nada de pulido encuentro; y lejos de eso, desde que desvalijan una casa contra la voluntad de su dueño, digo que proceden rudamente. ¡Bien!

Compréndese que su pueblo, fautor de sus placeres, le perdone, y no solo le perdone, sino que aplauda su severidad con los Cristianos, á quienes esa misma prosperidad agovia y aniquila.

Viólas Apolo y dixo, quando viólas: Dios perdone á su autor, y á me guarde De algunas Rimas sueltas españolas. Llegó EL PASTOR DE IBERIA, aunque algo tarde, Y derribó catorce de los nuestros, Haciendo de su ingenio y fuerza alarde.

Al oír esto el de la barba rubia se estiró los puños, arqueó los brazos y le atajó diciendo: Perdone usted; el pueblo es soberano. Lo que importa es que conozca sus derechos y que los conquiste... Al llegar aquí, el de la barba negra levantó la cabeza, les miró con desprecio y arguyó en esta forma: Están ustedes en un error; el mal tiene más hondas causas.

Si el novio se allanara, y sería lo mejor para todos, a vender en buenas condiciones a la comunidad el terreno que ésta desea cuando entrara en posesión de la dote, nosotros haríamos la boda. Ya he dicho a Vd., y perdone que insista, que eso es imposible.

Oh pecador de ! dijo muy alborotado . Avisara vuestra merced, que me hubiera ahorrado la mayor pesadumbre del mundo. ¿Sabe vuestra merced qué cosa es hallarse un hombre con ochocientas mil coplas de contado, y oír esto? Prosiga vuestra merced, y Dios se lo perdone el susto que me dió."

Perdone usted, tía, no dispone sino de aquel que buenamente le deja usted libre. ¡Es que puede hacerme falta a cada momento! ¡Vamos, tía! ¿para qué puede usted necesitarla mientras se halla usted durmiendo? ¡, pero me parece absurdo que yo la tenga toda la vida a mi lado para proporcionarme el placer de verla embadurnar papel de marquilla!

-No tornes a esas pláticas, Sancho, por tu vida -dijo don Quijote-, que me dan pesadumbre; ya te perdoné entonces, y bien sabes que suele decirse: a pecado nuevo, penitencia nueva. En tanto que los dos iban en estas pláticas, dijo el cura a Dorotea que había andado muy discreta, así en el cuento como en la brevedad dél, y en la similitud que tuvo con los de los libros de caballerías.

Toda la noche la pasé en un puro grito... Después..., después ese tigre de don Máximo no ha venido todavía a pesar de haberle enviado dos recados... ¡Que Dios le perdone!... ¡Que Dios le perdone! Doña Gertrudis cerró los ojos como si se dispusiese a morir sin auxilios temporales ni espirituales. Ricardo, acostumbrado a estos exabruptos, permaneció buen rato silencioso.

Palabra del Dia

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