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En fin, adiós por última vez, y que la Birgen te perdone, que yo no te deseo mal ninguno. Cuando te as ido así, es que no volverás nuncaLa letra era torpe y temblorosa; algunas palabras estaban medio borradas por las lágrimas que habían caído sobre el papel, mezclándose a la tinta fresca.

Dios me perdone esta barbaridad que voy a decir: creo que con la justiciada de ayer, esa picarona ha redimido parte de sus culpas. Ella será todo lo mala que se quiera; pero valiente lo es. Todas deberíamos hacer lo mismo».

El Arcediano querría confesar a la de Quintanar, es natural, él es muy amigo de darse tono, y de que digan.... ¡Dios me perdone! pero creo que le gusta que murmuren de él, y que digan si enamora a las beatas o no las enamora.... ¡Es un farolón... y un malvado! Madre, usted exagera; ¿cómo un sacerdote?...

Yo también me he equivocado, señora, porque pensé que los sabios como su marido serían los hombres más prudentes y los más delicados. Perdone usted...

Cuando se hubo cansado monseñor sacó el reloj. Ya se acercan las cinco manifestó dirigiéndose con graciosa sonrisa a Araceli . Perdone usted, señorita, que le recuerde el dulce y solemne momento que se aproxima en que cumpliendo los mandatos divinos entregará usted su libertad al elegido de su corazón. Araceli bajó los ojos ruborizada.

No puedo consentir que caiga en la miseria y en la abyección, siendo, como soy, responsable... ¡Oh!, mi mujer me perdone; pero una esposa, por inteligente que sea, no puede hacerse cargo de los motivos morales, , morales que tengo para proceder de esta manera». Y siempre que iba de noche por las calles, todo bulto negro o pardo se le antojaba que era la que buscaba.

El menestral me dió las noticias que deseaba con la mayor amabilidad. M. Guizot me perdone. ¡Pobre M. Guizot! El personaje de que se trataba era un prestidigitador, que tenia un teatro ó cosa parecida, en los alrededores del Odeon. ¡Confundí á M. Guizot con un titiritero!

El tío Leandro, el hombre más grave y sentencioso de toda la comarca, estaba al frente de ellos y habló de esta manera: Perdone nuestra ama a estos probes que la hayan incomodao. Hacíasenos muy cuesta arriba no verla antes que se nos fuese para siempre a los Madriles y más entovía no decirle nuestros sentires.

Hizo ésta un gesto de desagrado, y continuó su marido: Es el caso, señor cura, que quisiéramos trasladarnos a la villa con la tienda y algo más que pudiéramos añadirla. Si ese es vuestro gusto dijo el cura, ¿quién os lo ha de impedir? No se trata de eso, sino del temor que yo tengo de que cambiemos, como el topo, y usted perdone la comparanza, los ojos por el rabo.

Aun así, no puedo menos de pensar en usía y de anhelar que usía me perdone. Yo he sido su ángel malo, y me arrepiento de ello y lo deploro. Compadézcame usía; pero no me llore, porque descansaré con la muerte.