Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 30 de junio de 2025


La pluma se sintió también atontada: empezó á dar vueltas y más vueltas en el aire, hasta que poco á poco perdió la conciencia de lo que allí ocurría.

Las señales de los pies de Torrebianca le hicieron seguir una callejuela abierta entre su casa y la inmediata, que venía á dar en el campo. Pero una vez fuera del pueblo perdió el rastro, por ser numerosas las pisadas de los que habían salido al amanecer. Instintivamente marchó hacia el río, siguiendo su ribera curso arriba.

El primer drama que estrenó se titulaba «La Taberna», y fué estrepitosamente silbado por los estudiantes, enemigos del segundo Imperio: todo contribuyó al fracaso de la obra; hasta la circunstancia de apagarse el gas cuando comenzaba la escena más interesante... A pesar de lo ocurrido con «La Taberna» en el teatro Odeón, Carlos Desnoyers aceptó «Flor de Liana» para el Ambigú; pero Desnoyers fallecía poco después, y su sucesor perdió el manuscrito.

Empleó cuatro mil en abonarse por todo el año a un palco segundo de la Opera... aquel palco segundo de frente a la escena, donde había encontrado a Judit la noche del baile de máscaras. Asistía a él todos los días, mientras confió en que la volvería a ver... pero cuando perdió esta esperanza, ya no tuvo valor ni energías para seguir ocupándolo.

El herido, escuchando esto, persistía en su optimismo. «No es nada; no es nada.» Y otra vez volvía a sumergirse dulcemente en el brumoso mar del sopor, un mar inmenso, terso, pesado, en el que se hundían visiones y sensaciones sin ondulación ni huellas. Desde este instante Febrer perdió la noción del tiempo y de la realidad.

Su casa está tres puertas más abajo. El viejo echó dos pasos atrás y exclamó: ¡Verdad, amante!... Estoy metiendo la llave en casa de D. Justo el escribano... ¡Tendría gracia que fuera á sorprenderle en el cuarto de la criada!... ¡Ji, ji!... Toda la culpa ha tenido ese perdío de Velázquez... ¡Qué mona llevaba! ¡Superior! ¡pero superior!... Escucha, Ramón... no digas á nadie que me he equivocado, porque se van á creer que estaba borracho... ¡Ji, ji!... ¡Borracho el señor Rafael!... ¡Tendría que ver!... Adiós, Ramón... buenas noches... Chito ¿eh?... Buenas noches... Hasta mañana, si Dios quiere...

Seguíalos el cura llevando de la mano á un niño, y cerraba la marcha el conde, que llevaba cogido familiarmente á Octavio por la espalda. La pomarada. Cuando el licenciado Velasco de la Cueva puso su planta ceremoniosa en los umbrales del palacio condal, los rayos de un sol fogoso de estío le obligaron á hacer guiños, con lo cual perdió no poca autoridad su rostro imponente.

¿Habéis oído nunca cosa semejante? dijo la señora Kimble riendo de muy buen humor por encima de su doble sotabarba, a la señora Crackenthorp, que parpadeaba de un ojo, meneaba la cabeza y tenía la amable intención de sonreír. Pero esta intención se perdió en ligeros rezongos y ruidos.

Precisamente así que perdió su tranquilidad, la mujer del manto con el niño al lado volvió á aparecérsele. Tenía los ojos más redondos y más ardientes que antes. Su cara era más enjuta y cobriza, como si estuviese tostada por las llamas del Purgatorio. Y el niño.... ¡ay, el niño! El gaucho no podía mirarle sin un estremecimiento de terror.

Plácido que entre sus amigos tenía fama de filósofo, perdió la paciencia, arrojó el libro, se levantó y se encaró con el catedrático: ¡Bastante; Padre, bastante! V. R. me puede poner las faltas que quiera, pero no tiene derecho á insultarme. Quédese V. R. con su clase, que yo no aguanto más. Y sin más despedida, salió.

Palabra del Dia

ros

Otros Mirando