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Actualizado: 23 de mayo de 2025
El venía a Nueva York dos o tres días cada semana para despachar sus negocios que, por haber muy entendidos dependientes en su escritorio, no requerían de continuo su presencia. De aquí que la mayor parte del tiempo se le pasase en una quinta que había hecho construir a las orillas del Hudson, imitando en lo posible la traza y arquitectura del castillo de Liebestein.
A las diez estaría llena de gente la calle con la velada, y por lo mismo repararían menos en D. Luis cuando pasase por ella. Penetrar en el zaguán sería obra de un segundo; y ella, que estaría allí aguardando, llevaría a D. Luis hasta el despacho, sin que nadie le viese.
1 De manera que cuando el Señor supo como los fariseos habían oído que Jesús hacía discípulos y bautizaba más que Juan, 3 dejó a Judea, y se fue otra vez a Galilea. 4 Y era necesario que pasase por Samaria. 5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a José su hijo. 6 Y estaba allí la fuente de Jacob.
Fué pasando entre las dos masas varoniles, alta la cabeza, pisando fuerte, con su arrogante andar de diosa cazadora, deteniendo á veces la mirada en algunos de los centenares de ojos fijos en ella. La ilusión de su triunfo le hacía avanzar erguida y serena, lo mismo que si pasase revista á las tropas.
Con todo este desengaño porfió segunda vez por medio de su hermana, á persuadirle que pasase al Oriente con algun socorro que le enviaria, porque Philadelphia estaba en mayor aprieto que el año antes, y que la necesidad que padecían no perdonaba aún á los muertos.
El marqués y sus camaradas rieron como chiquillos, y Jerez pasó mucho tiempo comentando la gracia del de San Dionisio y su habitual generosidad, pues una vez vuelto el toro a la cuadra, distribuyó el dinero a manos llenas entre los lisiados, verdaderos y falsos, para que a todos les pasase el susto bebiendo algunas cañas a su salud.
Indecisa se mostraba la victoria, y es fama que entre la densa nube de humo, y en el punto más formidable de la batalla, apareció un resplandor de gloria sobre la armada de la Liga, y en medio de él la Santísima Virgen del Rosario, a la que acompañaban legiones de arcángeles, que con sus espadas de fuego descendían y se metían en la pelea; milagro que la fe no repugna, pero que bien pudo ser visión de algún soldado devoto que luego lo contó y creyéronlo; que no señales de muerte por fuego del cielo tenían los turcos que muertos se hallaron en las galeras enemigas apresadas, sino de pelota de arcabuz, o de lombarda, y corte de espada, y golpe de pica, y astillazos y aplastamientos, por las entenas y jarcias que la artillería cortaba; y entre este pavoroso estrago, entre este humo, entre este fuego, y poco antes de que la victoria se declarase por los cristianos, un arcabuzazo alcanzó a Cervantes en la mano izquierda, y deshízosela, y otros dos le atravesaron el pecho, dejando en su persona las honrosas señales por las que, acometido por la malevolencia, dijo muchos años más adelante, cuando le injurió aquel Avellaneda, temerario continuador de Don Quijote: «Lo que no he podido dejar de sentir, es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan verlos venideros.
Servía de médico a los hombres, de comadrona a las mujeres y de castañeadora a las mocitas que iban a casarse. No había virginidad gitana que no pasase por sus manos antes del matrimonio, para que certificara su integridad. Los payos del barrio la llamaban con sorna «la madre de las vírgenes».
Cuando después de una separación escandalosa se refugió en casa de su hermana con una niña todavía en la cuna, resto de aquel lamentable naufragio, aceptó sin dificultad y hasta con una especie de alivio las condiciones de la condesa, que exigió que Blanca pasase por hija suya y que no se hablase jamás de la madre, a quien se negaba a reconocer por cuñada.
La imagen de la acequia que á poca distancia arrastraba su caudal murmurante para otros, era para él un martirio. Enfurecíale que la vida pasase junto á su puerta sin poder aprovecharla, porque así lo querían las leyes. De repente se levantó, como hombre que adopta una resolución y para cumplirla lo atropella todo: ¡A regar! ¡á regar!
Palabra del Dia
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