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Actualizado: 12 de mayo de 2025
El ciego con vista y lisiado sin manquedad, ahora nuevamente restaurado en todo el valor de sus piernas y bien corregido y enmendado en el desembarazo de sus miembros, así como vió llegar al caballero, destocándose el sombrero y ahinojándose reverentemente, le comenzó a decir: Perdón, perdón, y mil veces piedad para el buen Mateo del Cigarral, soldado pica que fué de la compañía de Francisco Carvajal en Italia, arcabucero después en el tercio de Zamudio, y después continuo de la ilustre persona del ilustrísimo caballero don Lope de Zúñiga.
Hizo y creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que los examinase si lo eran, porque a la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa andan los brazos ladrones y la salud borracha. En resolución: él ordenó cosas tan buenas que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.
Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
Indecisa se mostraba la victoria, y es fama que entre la densa nube de humo, y en el punto más formidable de la batalla, apareció un resplandor de gloria sobre la armada de la Liga, y en medio de él la Santísima Virgen del Rosario, a la que acompañaban legiones de arcángeles, que con sus espadas de fuego descendían y se metían en la pelea; milagro que la fe no repugna, pero que bien pudo ser visión de algún soldado devoto que luego lo contó y creyéronlo; que no señales de muerte por fuego del cielo tenían los turcos que muertos se hallaron en las galeras enemigas apresadas, sino de pelota de arcabuz, o de lombarda, y corte de espada, y golpe de pica, y astillazos y aplastamientos, por las entenas y jarcias que la artillería cortaba; y entre este pavoroso estrago, entre este humo, entre este fuego, y poco antes de que la victoria se declarase por los cristianos, un arcabuzazo alcanzó a Cervantes en la mano izquierda, y deshízosela, y otros dos le atravesaron el pecho, dejando en su persona las honrosas señales por las que, acometido por la malevolencia, dijo muchos años más adelante, cuando le injurió aquel Avellaneda, temerario continuador de Don Quijote: «Lo que no he podido dejar de sentir, es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan verlos venideros.
Y así era en verdad, que loco estaba en aquellos momentos Cervantes, y apenas si había podido ordenar su relato para Diego de Urbina; y con calentura habíanle bajado al entrepuente, y tan en peligro, que los médicos de la galera habían tenido que acudir a él harto de priesa. En que se habla algo de la jornada de Lepanto y de cómo fue la manquedad de Cervantes.
El monaguillo repugnaba y tomaba el largo, el cojo insistía y le daba caza a pesar de su manquedad de piernas, y el can, como práctico ya en tal guerra, brincaba y saltaba a las espaldas del muchacho, conociendo bien que no hay como amenazar la retirada para perturbar al enemigo.
Palabra del Dia
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