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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Oiga yo antes, Gabriela, esas noticias alegres que tienen a usted tan contenta. ¡Ah! prorrumpió la hermosa señorita, iluminada por los reflejos multicolores de las luces de Bengala. ¡Tan contenta!.... ¡Quiero que usted participe de mi dicha! Presentí lo que Gabriela iba a decir. Un ser invisible lo murmuró a mis oídos.
Rafaela no se lo podía ni se lo quería decir a Madame Duval, por juzgar sobrado sublime su secreto para hacer partícipe de él a tan vulgar personaje. Ni podía ni quería tampoco confesarle al Padre García, por considerar su secreto profano y por no ver en él culpa acompañada de arrepentimiento. Rafaela, no obstante, sentía la necesidad de desahogar con alguien su corazón, hablando de sus penas.
María Teresa con voz seria y cariñosa continuó: Deje un momento sus números. ¿Quiere que yo participe de su cena, diga?... Llevaremos la mesa al gabinete de vestir; dejaremos la puerta abierta para velar a papá, sin que nos oiga. Vamos, vamos, abandone sus papeles durante cinco minutos, y venga a hacer la cenita... Juan no pudo resistir más.
El príncipe se inquieta, adivinando que le va á describir con toda clase de detalles la combinación del portugués, que ya considera suya. Pero el pianista mira hacia el Casino, balbucea, y acaba por interrumpir su relato. Alguien se aproxima, y él sólo quiere hacer partícipe de su secreto al príncipe.
Doña Paca, la verdad sea dicha, sentía que se le aguaba la felicidad por no poder hacer partícipe de ella a su compañera y sostén en tantos años de penuria. ¡Ah!
Robé primero dos caballos, me junté con otros compañeros, púseme en breve en estado de robar caravanas poco crecidas; y así fué disminuyéndose la desproporcion que de mi á los demás habia. Participé de los bienes de este mundo, v me resarcí con usura: tuviéronme en mucho, llegué á ser señor bandolero, y gané este castillo tomándole por fuerza.
Si no me es dado pues ni disertar científicamente sobre los viajes en general: si no me atrevo á decir á V. pluma á pluma ya que no cara á cara, todo lo bien que pienso, y que si no me engaño pensará el público de su interesante libro: puedo por lo ménos en conciencia, y sin temor de ofender la modestia del que le ha escrito, asegurar que no ganaríamos poco en que todos los jóvenes que viajan lo hiciesen con el fruto que V. y sobre todo en que, comprendiendo la deuda que todos con la patria tenemos, la pagaran como V. haciendo á su pais partícipe del resultado de sus estudios y observaciones.
¿Y no volvísteis á ver á Margarita? ¡Oh! ¡basta! ¡basta!... os he referido lo antecedente para que comprendáis que mi nombramiento de confesor del rey me causó pena; yo estaba acostumbrado á una vida obscura y silenciosa en el fondo de mi celda; á la contemplación de las cosas divinas, que levantaba mi espíritu de las miserias humanas dándole la paz de los cielos; yo no podía ver sin dolor, que se pretendía arrojarme á un mundo nuevo para mí, y más peligroso cuanto más grande, cuanto más elevado era ese mundo; yo no podía pensar sin estremecerme, en que se me quería confiar la conciencia de un rey, hacerme partícipe de su inmensa responsabilidad ante Dios... y me negué.
Parecía no darse cuenta de que tras ella caminaba don Jaime, el señor, el reverenciado huésped de la torre. Pep, abstraído también, delataba el curso de sus pensamientos con palabras sueltas dirigidas a Febrer, como si necesitase hacer partícipe a alguien de sus ideas.
Transcurrieron algunos días. El enojo de D. Jaime por el desaire recibido fue creciendo. En su interior no daba toda la culpa a Rosa; hacia partícipe a su hermano por haber tolerado el galanteo de Andrés una porción de meses con señales de no disgustarle. Después, pensaba que Tomás no había hecho lo bastante por complacerle, no había obrado con suficiente energía para rendir a Rosa a recibirle por esposo. Porque si bien era verdad que la castigaba, y a veces cruelmente, estos castigos quedaban desvirtuados por el efecto de consentirla pasar tardes enteras con su amante en el molino; y aunque últimamente habían cesado estas visitas, todavía no usaba con ella de la debida vigilancia, porque en todas partes y a todas horas se veían y se hablaban, de lo cual era testigo el pueblo.
Palabra del Dia
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