Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de julio de 2025
Aquel hombre, que para ella no lo era, fué objeto de una adoración sin límites y reverenciado casi como un dios. Tía Juana conoció los más ideales refinamientos del amor místico, y en alas de la pasión se remontó á un mundo superior, todo poblado de visiones encantadoras.
Parecía no darse cuenta de que tras ella caminaba don Jaime, el señor, el reverenciado huésped de la torre. Pep, abstraído también, delataba el curso de sus pensamientos con palabras sueltas dirigidas a Febrer, como si necesitase hacer partícipe a alguien de sus ideas.
Á pesar de esto, tenía el padre tal autoridad y discreción; era tan ameno en su trato y tan resuelto valedor y defensor de las mujeres, que gozaba de inmensa popularidad entre ellas, y era fervorosamente reverenciado, así de las jornaleras humildes como de las encopetadas hidalgas.
Resulta de lo expuesto, y aún resultaría más claro si me extendiese cuanto pide la magnitud del asunto, que por la misma naturaleza de las cosas, y sin que deba nadie quejarse de ello, ni hacer un capítulo de culpas a nuestro siglo, ni a los pasados, ni a los hombres de ahora, ni a los de entonces, lo más universalmente respetado, amado y reverenciado es el dinero, y por lo tanto, aquel que le posee.
Relataban los periódicos sus genialidades como si fuese un personaje nacional; sufría el gobierno interpelaciones en las Cortes, prometiendo una captura pronta, que jamás llegaba; concentrábase la Guardia civil, movilizándose un verdadero ejército para su persecución, mientras el Plumitas, siempre solo, sin más auxiliares que su carabina y su jaca andariega, deslizábase como un fantasma por entre los que le iban a los alcances, les hacía frente cuando no eran muchos, tendiendo alguno sin vida, y era reverenciado y ayudado por los pobres del campo, tristes siervos de la enorme propiedad, que veían en el bandido un vengador de los hambrientos, un justiciero pronto y cruel, a modo de los antiguos jueces armados de punta en blanco de la caballería andante.
Unas veces le creía en Ibiza la buena señora; otras afirmaba saber con certeza que habían visto a su sobrino en América, dedicado a los más bajos oficios. «De todos modos, cachorro de inquisidor, tu santa tía no se acuerda de ti y no debes esperar de ella el menor auxilio.» Ahora se murmuraba en la ciudad que renunciando definitivamente a las pompas del mundo y tal vez a la «Rosa de Oro» pontifical, que nunca acababa de llegar, entregaría sus bienes a los sacerdotes de su corte, yendo a encerrarse en un convento con todas las comodidades de una dama de privilegio. «La Papisa» se alejaba para siempre; imposible esperar nada de ella. «Y aquí entro yo, pequeño Garau; yo el réprobo, el chueta, el rabudo, que deseo ser adorado y reverenciado por ti como si fuese la Providencia.»
Palabra del Dia
Otros Mirando