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Actualizado: 9 de junio de 2025
Tirso continuaba dando gracias a Dios después de las comidas. Lo que más exasperaba a Pepe, era el abandono en que ambas tenían al padre, pareciéndole mentira que fuesen las mismas mujeres, antes solícitas en el cuidado hasta la exageración, siempre opuestas a todo lo que fuese salir, ahora despegadas y ávidas de callejear.
Pues, como no hallaron el santo, alborotóse el pueblo, y pareciéndole que había sido milagro, quedóse el autor atónito. En otro lugar describe así las diversas clases de compañías que en su tiempo recorrían el país: «Habeis de saber, que hay bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, boxiganga, farándula y compañía.»
Te juro que al día siguiente de tu llegada nos casamos, si tú lo deseas. ¿Acaso soy la primera que tiene miedo al mar? Pero mentía. La navegación no le inspiraba temor: se negó a embarcarse por ganar tiempo, pareciéndole que aquellos dos o tres meses no habían de acabarse nunca. Pocos días después emprendió Manuel su viaje.
Aquí no hay caballero que valga; no hay más que un hombre que te quiere, que tiene derecho... ¡Calla, o me marcho! ¡Me oirás! ¿Conque has tenido valor de engañar a un pobre hombre y ahora quieres sentar plaza de virtud arisca? ¡Es tarde! Aun pareciéndole a Cristeta dura y grosera la frase, se alegró de oírla, porque la energía con que don Juan la dijo denotaba sinceridad.
Y ella, sin embargo, había ya llorado mucho para lavar con sus lágrimas sus pecados... Había ido muchísimo a la iglesia y quemado innúmeros cirios y cumplido las más duras penitencias... Creía que el secreto de sus faltas quedaba enterrado en el confesionario del cura párroco... Poco a poco las malas lenguas se habían cansado y acabado por dejarla tranquila... Comenzaba ya a respirar, vivía feliz entre el Príncipe y su hijo, creyendo que todo había acabado, cuando vuelve Delaberge y cae en su casa como un rayo... ¡Oh, sí, un rayo verdadero!... Cuando le vio entrar en la cocina se le agolpó toda la sangre en el corazón y estuvo a punto de caer redonda en tierra... Después ya no había podido conciliar el sueño, viviendo en una continua angustia y pareciéndole que estaba suspendida sobre su casa la amenaza de una gran desdicha.
En cierta ocasión, habiendo hablado en un artículo del mondadientes de marfil de una dama, viéndose obligado á repetirlo por la fuerza de la sintaxis y pareciéndole vulgar la palabra palillo, llamó á aquel objeto el ebúrneo estilete. Por esta razón aparecían en sus escritos unas palabrejas que sus enemigos, en el furor de la envidia, llamaban estrambóticas.
Ferran Jimenez de Arenós, caballero de gran linage, y buen soldado, se desavino con Roger sobre el gobierno de sus gentes, y pareciéndole desigual la competencia, se apartó del ejército con los suyos, y volviéndose á Sicilia, pasando por Athenas se quedó á servir á su Duque, que le recibió agradecido, y honró con cargos militares, en cuyo servicio se detuvo hasta que la necesidad de sus amigos en Galípoli le llamó y volvió á juntarse con ellos, aventurando como buen caballero la libertad y la vida.
Pareciéndole al Padre que el mal empezaba á dar algunas treguas, y que los demonios, por la intercesión de Nuestro Padre San Ignacio, cuya reliquia la aplicó, se habían ausentado de la cámara de la enferma, precisado de otra ocupación, se partió de allí, con intento de volver cuanto antes.
Entendía este Manacica alguna cosa del idioma de los Chiquitos, era de buen entendimiento, cuanto cabe en un bárbaro; observaba con atención las ceremonias sagradas, la forma de bautizar, el ponerse de rodillas delante de la santa cruz, el levantar las manos al cielo, las preces sagradas que muchas veces al día entonaba el santo varón en voz alta; y pareciéndole todo conforme á su genio y á la razón, procuraba hacer lo mismo.
Pasó entretenido unos cuantos minutos, luego volvió los ojos hacia la portada, pareciéndole inexplicable que su hermano no saliera en seguida; pero trascurrió un buen rato, y nada, Tirso no volvía. Miró el reloj, dio dos o tres paseos por delante de la fachada, sin soltar los sacos, y volviendo a subir las escaleras, dirigió otra vez la vista hacia la iglesia.
Palabra del Dia
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