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Actualizado: 21 de mayo de 2025
En la quietud calma de la hora el poeta relee sus poemas, y con sus ojos, que parecen gemas, los negros signos que escribió devora. De la lectura de sus versos goza besando aquellos que le mienten gozo, y ante los tristes con pesar solloza poniendo el alma toda en un sollozo. Una ténue sonrisa se dibuja en sus pálidos labios sensuales al murmurar sus rimas musicales;
Esta opinión es en mi juicio la que acierta: pues aunque las túnicas carminosas y moradas del Padre Eterno, de Jesús y de la Virgen, consideradas aisladamente, pudieran parecer ingratas a la vista, no lo son merced a la habilidad y buen gusto, superiores a todo encomio, con que están sus tonos hermanados por una serie de gradaciones intermedias en que dominan los grises, ya pálidos, ya intensos, luminosos y plateados, viniendo a formar una armonía encantadora, y acaso la más brillante impresión de color que ideó Velázquez.
Un trueno formidable, simultáneo con el relámpago, estalló sobre la casa y puso pálidos a los más valientes. ¡Vamos, vamos, pronto! gritó el Magistral, cuya palidez no la causaba la tormenta. El trueno le sonaba a carcajadas de su mala suerte, a sarcasmos del diablo que se burlaba de él y de su miserable condición de clérigo.
En español conozco cinco traducciones, que no son sino pálidos reflejos del original ó amplificaciones del texto, adoleciendo todas ellas del defecto capital de ser por demas compendiosas ó arrostrarse demasiado sin ser completamente fieles. Habiendo hecho un estudio especial de esta composicion, me ensayé muy temprano en su traduccion por consejo del Dr. D. Florencio Varela.
Bien pronto Saint-Pol, dominado por sus grandes edificios negros y sus campanarios de piedra, se presentó vago e incierto a través del vapor que ascendía de las aguas, después se dibujó de una manera más precisa, cuando los pálidos rayos del sol de noviembre arrojaron el aire espeso y húmedo de la mañana.
Julio Grèbe era un joven de veinticinco a veintiséis años, pequeño de estatura pero bien formado y de una elegancia ultra-británica: lo que le desfavorecía mucho era un par de ojos muy saltones, azules pálidos y cuya expresión era casi siniestra a veces, otras semiapagada. Tenía resuelto andar, caminando con las piernas en arco, cual si aun a pie, estuviese montado a caballo.
Y cerró contra la protegida de Alicia, una hambrienta, una pedantuela, que se rozaba con señoras y sólo era una doméstica. El no comprendía los amores sentimentales con mujeres de esta clase... Sintió tentaciones de atacar igualmente á la de Delille, pero se contuvo recordando que era parienta del príncipe. Los dos hombres quedaron silenciosos y pálidos, mirándose como enemigos.
La señora Aubry tomó su brazo para pasar al comedor; el señor Aubry se colocó entre las dos jóvenes y se apoderó alegremente de un brazo de cada una de ellas, en tanto que Bertrán y Martholl, invitados ese día, seguían muy correctos. Estos jóvenes, al lado de Juan, ofrecían un visible contraste: delgados, pálidos, delicados, parecían no haber nacido para la lucha.
Alguna vez he asistido con la imaginación á las soirées donde usted ha brillado tanto, condesa. ¿De veras? Sí, señora; acostumbro á leer las revistas de salones de La Epoca, y en ellas he visto con frecuencia el nombre de usted rodeado de adjetivos que ahora me parecen pálidos. Mil gracias. Me precio de sincero, condesa.
¡Vil ratón de cocina! ¡asesino! ¡infame! exclamó el cocinero mayor ; ha muerto por haber comido una perdiz que se sirvió en la mesa de su majestad. Todos se pusieron pálidos; pero Cristóbal Cuero conservó toda su serenidad. ¿Y ha comido la reina? dijo. La providencia de Dios ha salvado por fortuna á su majestad.
Palabra del Dia
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