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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Eran, según ella, esmeraldas como nueces, diamantes que arrojaban pálidos rayos, rubíes como pepitas de granada, y oro finísimo, oro de la mejor ley, que valía cientos de miles.... Torquemada, después de abrir y cerrar estuches, encontró lo que buscaba: una perla enorme, del tamaño de una avellana, de hermosísimo oriente; y cogiéndola entre los dedos, la mostró á la vieja.

Los sacerdotes marchaban animosos, dando gritos de exhortación sin cansarse; los miserables reos iban pálidos, decaídos y sin fuerzas. Bien se vio de qué parte estaba la ayuda celeste. Los sentenciados fueron conducidos al pie del castillo de Bellver, para la quema final.

Apretaba la frente contra los pies del Redentor, respirando ansiosamente y con cierta opresión, y sentía latir en sus sienes la sangre con singular violencia, mientras el dorado y sutil vello de su nuca se levantaba de un modo imperceptible a impulso de la emoción que la embargaba. De vez en cuando sus labios, pálidos y trémulos, decían en voz baja: ¡Sigue, sigue!

¿Cómo describir aquello, sin desencadenar contra todos los fantasmas de esa noche mortal? Veo todavía claramente al médico que inclinaba sobre su rostro amigo, lo veo darme algo de beber, algo amargo, y después... nada más. Los primeros resplandores del alba aparecían pálidos por las ventanas cuando me desperté.

Van-Stael, que iba delante de todos, había metido un pie en agua. ¡Luz! dijo. Lu-Hang, que iba el último, subió a cubierta, entró en la cámara de popa y volvió con una linterna encendida. ¡La bodega está inundada! exclamaron Hans y Cornelio, poniéndose pálidos.

El perro del pastor ladraba furioso cuando uno de esos hombres de fisonomía extraña aparecía en las alturas, y su fisonomía extraña se destacaba negra sobre el cielo, en el ocaso breve del sol de invierno; porque, ¿a qué perro no incomoda una persona encorvada bajo el peso de un fardo? Y aquellos hombres pálidos rara vez salían de su aldea sin aquella carga misteriosa.

Con placer me interno por los senderos menos frecuentados del bosque, donde los árboles conservan todavía tanta cantidad de hojas amarillentas que interceptan los pálidos rayos del sol, de las cuales también como lluvia constante tantas van cayendo, hojas muertas que pisamos, que nos dicen que todo está muerto, que todo muere, que todo morirá.

Después del saludo a los banderilleros no había hablado palabra. Ellos también estaban silenciosos y pálidos, con la ansiedad de lo desconocido. Al verse entre toreros, dejaban a un lado, por inútiles, las gallardías necesarias ante el público. Una misteriosa influencia parecía avisar a la muchedumbre el paso de la última cuadrilla que iba hacia la plaza.

La vieja dama echó furtivamente torcida y equívoca mirada a su sobrino, y frunciendo sus pálidos labios objetóle con agridulce tono: ¡, sin duda! puede encontrarse la joya que deseas... pero debo antes observar que las niñas criadas en la escuela de la adversidad, generalmente no tienen un cuarto. ¡Tía, el dote para es cuestión secundaria!

¡Mira, Antonio, no me sofoques! Mira que tengo la sangre más negra ya que mis zapatos y no respondo de decía ella con los labios pálidos, temblando de ira. Lo digo y lo repito aquí y en todas partes. ¡Tu madre femenina!... ¡y tu padre masculino! El furor de María-Manuela no tuvo límites al oir el nombre de su padre. ¿Á mi padre también, canalla? ¿Á mi padre también?

Palabra del Dia

ciencuenta

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