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Actualizado: 21 de mayo de 2025
La calma es completa, mas, en el horizonte, aparecen pálidos relámpagos; á pesar del silencio que reina, óyese por momentos un ruido sordo que parece se detiene. El mar se estrella contra la playa gimiendo y suspirando, y á veces, de su fondo, se escapa un sordo rumor... Prestad atención á esto: es la llamada del mar. Esto basta para poner en guardia al pájaro.
En situaciones tales hay, más que una sensación ponderable, un presentimiento realmente inconsciente y fugaz, como el breve relámpago precursor de una remotísima tempestad; uno de esos destellos, instantáneos y pálidos, que las grandes tormentas, en marcha, lanzan en silencio al espacio cuando aun se encuentran muy por debajo de la línea del horizonte sensible.
Los dos estaban pálidos. Dí, ¿á qué vienes aquí, loca? ¿á qué vienes aquí? Pues á ver cómo te diviertes respondió la joven, cada vez más pálida. Esas tenemos, ¿eh? Pierde cuidado, que ya ajustaremos cuentas. Á eso vengo también... á que me pegues replicó ella con el rostro contraído por una triste sonrisa. ¡Ya arreglaremos eso, ya!
Todos estaban pálidos, con los labios descoloridos, los ojos brillantes y un temblor homicida en las manos. El peligro arrostrado y la certeza de que por fin eran dueños de una ciudad les enloquecía. Las puertas de los edificios caían a culatazos.
La catedral estaba sola. Allí dentro ya empezaba la noche. Ana esperaba sin aliento, resucita a acudir, la seña que la llamase a la celosía.... Pero el confesonario callaba. La mano no aparecía, ya no crujía la madera. Jesús de talla, con los labios pálidos entreabiertos y la mirada de cristal fija, parecía dominado por el espanto, como si esperase una escena trágica inminente.
Cuando nos dejamos deslizar por la suave pendiente de la piedra y nos reunimos alrededor del almuerzo que estaba ya preparado allí mismo, nos notamos los rostros pálidos y el respirar fatigoso. Una grave pesadez nos invadía, un deseo imperioso de dejarnos caer al suelo y dormir, dormir largas horas.
Tenía el rostro abatido, los labios pálidos, y los ojos oscuros de ojeras. Pero era ella siempre, más hermosa aún para mí, porque la perdía. Le dije sencillamente que me iba, y que le deseaba mucha felicidad. Al principio no me comprendió. ¿Se va? ¿Y adónde? A Norte América... Acabo de decírselo. ¡Ah! murmuró, marcando bien claramente la contracción de los labios.
Hemos estado escuchando por no faltar a la hospitalidad; ya mi paciencia se ha acabado y no toleraré que usted pronuncie otra sola palabra... Los demás clérigos se levantaron también, y pálidos y trémulos y clavando en nuestro sabio antropólogo miradas de indignación, gritaban agitando los puños: ¡Eso es!... ¡No debemos escucharle!... ¡A la calle!... ¡a la calle!
Algunos otros estaban envueltos en sus mackintosh, metidas las manos en los bolsillos, los rostros encendidos, azulados o muy pálidos, y generalmente desconcertados. En fin, aquel hermoso bajel parecía haberse convertido en el alcázar de la displicencia.
Me gusta, en el día de los muertos, una atmósfera gris y obscura, un cielo cubierto y bajo en armonía con la tristeza de los corazones. En aquella mañana el sol brillaba y el azul del cielo, apenas velado por unas nubecillas, se ensombrecía de pálidos tintes bajo la mordedura de los primeros fríos.
Palabra del Dia
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