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Actualizado: 10 de julio de 2025
Oyose entonces la voz de Magdalena, que decía, reprendiendo a la modista: ¡Por la Virgen Santísima! ¡Cuidado que está usted hoy torpe! ¡Vaya! ¡Deje usted que me ayude únicamente Antoñita y acabemos de una vez! Al cabo de un instante de silencio exclamó: ¿Pero qué haces, Antoñita? Y a esta exclamación siguió un ruido parecido al que se produce cuando se rasga una tela.
Reinó allí un silencio profundo, oyóse misa con devota compostura y tomóse luego un pareo desayuno; hubo entonces un momento de expectación general, de angustiosa perplejidad... Apareció el padre prefecto, el temido ejecutor de las solemnes justicias, y mandó salir de las filas a Tapón y a otros seis sentenciados.
Hombres y mujeres la rodeaban y poco faltó para que la llevaran en volandas. Oyose una voz que gritaba: «¡viva la simpatía!» y le echaron coplas de gusto dudoso, pero de muy buena intención. Los de Ido llevaban la voz cantante en este concierto de alabanzas, y daba gozo ver a D. José tan elegante, con las prendas en buen uso que Jacinta le había dado, y su hongo casi nuevo de color café.
Ella se sintió sin fuerzas para escalar aquello; no distinguía senda alguna, ni había allí nada que indicase el paso de seres humanos. No se oía voz alguna, sino de tiempo en tiempo, y resonando muy lejos, gritos de mujeres. Los gritos resonaban como si una bandada de aves, con palabra humana, se cerniera graznando en lo más alto del cielo. De repente oyóse una voz infantil que venía de abajo.
Sonó entre la niebla un tiro, y el señorito Octavio se desplomó sobre la tierra con la cara mirando al cielo. Oyóse inmediatamente un segundo disparo, y la condesa vino á caer de bruces sobre él, cual si fuese á hacerle una caricia. El conde surgió de la nube al instante. Llegóse á los cadáveres y con un pequeño esfuerzo los hizo rodar por la pendiente de la Peña. La niebla los tapó en seguida.
Ambos se miraron en un instante, instante muy largo, durante el cual se creyeron envueltos en la irradiación de una atmósfera de luz, calor y vida. Al dejar de contemplarse, fuese que el esplendor del ocaso es breve y se extingue luego, fuese por otras causas íntimas y psicológicas, imaginaron que sentían un hálito frío y que empezaba a anochecer. Oyose la palabra ronca de Borrén el inaguantable.
Parecía llorar. «Mauricia le dijo en tono lacrimoso la monja, con aquella buena fe que en ella equivalía a la gracia divina . Porque hayas sido muy mala no vayas a creerte que Dios te niega su perdón». Oyose un gran bramido, y la reclusa mostró su cara inundada de llanto. Dijo algunas palabras ininteligibles y estropajosas, a las que Sor Facunda y compañía no sacaron ninguna sustancia.
Santa Cruz estaba algo aturdido. Oyose la voz de Barbarita, que entraba con su nuera. «Salí de estampía... siguió Villalonga a anunciar a los amigos que había empezado la votación... A los pies de usted, Barbarita... Yo bien, ¿y usted? Aquí estaba contando... Pues decía que eché a correr...». Hacia la calle de la Greda.
Cambiáronse apuestas a discreción respecto al resultado: Tres contra cinco que Sal saldría con bien de la cosa; además, también apostose que viviría la criatura y se atravesaron apuestas aparte sobre el sexo y complexión del futuro huésped. En lo más recio de la animada controversia, oyose una exclamación de los que estaban más cercanos a la puerta, y todo el mundo aguzó los oídos.
¡Vida, vida, sangre, calor, pellejo! gritó Migajas con desesperación, agitándose como un insensato. ¿Qué es esto que pasa en mí?» La Princesa le estrechó en sus brazos, y besándole con sus rojos labios de cera, exclamó: «Eres mío, mío por los siglos de los siglos.» En aquel instante oyóse gran bulla y muchas voces que decían: «¡La hora, la hora!»
Palabra del Dia
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