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Actualizado: 10 de julio de 2025
«Este chico tiene algo» dijo Bou para sí. Olvidándose luego del muchacho, siguió pausadamente los pasos contados de su metódica vida; paseó un poco por la tarde, comió después, fue al café, regresó a su casa, y cuando se estaba acostando, ¡ay Dios!, oyose un estrépito tal, que no parecía sino que reventaba una mina junto a la casa y que esta se venía abajo de golpe.
Oyose el rápido posarse de los pies de Cristeta sobre el entarimado. Luego añadió: Aquí..., encima del tocador: trae tu palmatoria. Sonó el frotamiento de un fósforo, y quedó débilmente iluminado el cuarto.
En aquel momento un golpe terrible sacudió los parapetos de arriba abajo: oyose una voz ronca que gritaba: «¡Ay, Dios mío!» Luego, un ruido sordo a unos cien pasos de distancia, y un abeto se inclinó lentamente y cayó al abismo. Eran los efectos del primer cañonazo; había cortado las piernas al anciano Rochart.
Todos marchaban perezosamente, con la boca entreabierta, gozando, sin darse cuenta, del cambio favorable que la noche había experimentado. De pronto, al salvar una de las numerosas revueltas de la carretera, en el sitio más fragoso de la divisoria, oyose el disparo de un fusil. Un soldado vino a tierra. Casi al mismo tiempo el grito formidable de ¡Viva Carlos Séptimo! fue lanzado al espacio.
Un punto luminoso se veía efectivamente a los pies de nuestros jóvenes a unas cien varas de distancia. La silueta de Marta volvió a romper las tinieblas y a resaltar sobre la escasa claridad que entraba por el agujero. Oyose en la cueva un sordo y prolongado rumor que hacía sospechar la proximidad del océano. A los pocos minutos salían a la luz.
Aturdiose más y más Cervantes, más y más se acongojó, más y más el miedo de la justicia de Dios acometiole, y trémulo, y cobarde, hacia el aposento que había dejado tornose. En aquel punto oyose una puerta que violentamente se abría. El perro continuaba ladrando, y de improviso una mano helada asió una mano de Cervantes, y llevósele. Pero lo que aconteció requiere capítulo aparte.
Los ámbitos del lago quedaron iluminados, y los líquidos senos del monstruo se estremecieron levemente al recibir la caricia del astro de la noche. Allá entre la juncia de la orilla oyóse la voz dulce y aflautada de un sapo. Pedro bajó lentamente, apoyándose con las manos en las rocas hasta tocar con sus pies en los bordes del agua, y permaneció inmóvil.
Por aquí no pasa un alma... dijo él . Es más, creo que por aquí no ha pasado nunca nadie. Lo menos hay dos siglos que no ha corrido por estas paredes una mirada humana... Calla, me parece que siento pasos. Pasos... ¿a ver?... Sí, pasos. En efecto, alguien venía. Oyose, sin poder determinar por dónde, un arrastrar de pies sobre los guijarros del suelo.
Oyose entonces un ruido claro de papeles, y don Enrique Dávila leyó el histórico pasquín.
No habían transcurrido aun 20 minutos y ya se sintieron en la vanguardia los primeros tiros con que una avanzada enemiga, compuesta de 15 hombres, recibía á los 10, que al mando del Teniente Llaca, marchaban. ¡Fuego por escuadras! oyóse decir en aquel mismo instante, y una serie repetida de detonaciones se sintieron enseguida. Aquella fué la señal.
Palabra del Dia
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