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Actualizado: 10 de julio de 2025


Cerró con furia; pero la niña había corrido hacia la salida, y la puerta le cogió la mano. Oyose un grito desgarrador. La valenciana abrió otra vez la puerta, dio un fuerte empujón a la criatura que la hizo caer al suelo, y echó la llave. La cueva era un calabozo húmedo y negro donde sólo penetraban algunos tenues rayos de luz por un ojo de buey abierto en lo alto.

Seguidamente, don Diego se puso de pie y sus ojos fueron atraídos por el madero contra el cual había de ser descabezado; su rostro cobró una blancura terrible, pero se sobrepuso al instante, y, levantando la frente, miró por última vez la ciudad, el cielo, la luz preciosa de la vida. Todos creyeron que iba a pronunciar algunas palabras, y oyose vasto rumor que reclamaba silencio.

Aún se detuvo unos segundos: sentía repugnancia de entrar. Por fin llamó, oyose dentro el sonido de la campana y abrió una mujer vestida de suerte que, sin ser el traje religioso, quería parecerlo.

Bajaron algunos peldaños y la anciana silbó junto a él. Oyose entonces un cerrojo que caía y el rechinar de la puerta. Tenue resplandor embebió el lienzo que llevaba sobre los ojos y un fuerte sahumerio embriagó su sentido. Desceñida la venda por los dedos de la mujer, hallose en árabe estancia con azulejos en las paredes y techo de maderos entrelazados.

No había concluido, cuando oyose el violento ladrar de un perro, y después una voz de hombre, que dijo: Choto, Choto, ven aquí. ¡Eh! gritó el viajero . Buen amigo, muchacho de todos los demonios, o lo que quiera que seas, sujeta pronto ese perro, que yo soy hombre de paz! ¡Choto, Choto!

Y la falda, ¡qué elegante! ¿Dónde se encontraría aquella tela? Seguramente era de París. Oyose la voz ronca de Mauricia. Su hermana entró corriendo, y Jacinta miraba por el hueco de la puerta entornada. Cuando Severiana volvió a la sala, la señorita dijo: «Yo no entro. Pase usted con la pequeña.

Otro ruido extraño vino a aumentar su zozobra: oyóse un ligero golpe metálico, argentino, semejante al de la hoja de un puñal chocando con precaución sobre una superficie cristalina o marmórea; después, a intervalos y por largo rato, un ruido sordo de algo que frotaba con rapidez y ligereza... Quizá el vecino afilaba el puñal, quizá lo estaba envenenando...

Oyose un estruendo horrible debajo; saltaron trozos de abetos en infinitas direcciones, y la enorme piedra rebotó a unos cien pasos con nuevo ímpetu, descendió luego una rápida pendiente, y de un último salto fue a caer sobre Yégof, aplastándole a los mismos pies del general enemigo. Todo ello fue obra de escasos segundos.

Oyose enseguida el rumorcillo de los menudos chorros que salían de la estrujada ubre. Y tendrá la apreciación justa de todas las cosas dijo D. Francisco, repitiendo esta frase del doctor, la cual había hecho no poca impresión en su espíritu . Ha dicho usted, señor D. Teodoro, una cosa admirable. Y ya que de esto hablamos, quiero confiarle las inquietudes que hace días tengo. Sentareme también.

El lavado estaba al aire libre. Las correas de transmisión venían zumbando desde el departamento de la máquina. Otras correas se pusieron en movimiento, y entonces oyose un estampido rítmico, un horrísono compás, a la manera de gigantescos pasos o de un violento latido interior de la madre tierra. Era el gran martillo-pilón del taller, que había empezado a funcionar.

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