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Actualizado: 10 de julio de 2025


¿Oyes algo? dijo el Capitán al chino. No, señor; pero el fanal parece que quiere pasarnos por popa. Es cierto, muchacho. ¡Ah, si no estuviera tan obscuro!... Pero quizá sea mejor para nosotros, pues esa luz no debe ser la del fanal de un buque.

Oyes, Miguel, ¿tienes noticia de tu familia? le dijo con amable entonación, pero rápidamente, como si le llamasen en otra parte y tuviese muy poco tiempo que perder. No señor; hace una porción de días que no tengo carta de papá; hoy le he escrito otra vez... Pues que está un poco enfermo. A Miguel le dio un brinco el corazón. ¿Ha habido carta? , ha habido carta.

Quería traerle una; pero después de correr las fruterías de la calle Mayor, buscando las primeras que acababan de llegar, había desistido por su pobreza. Todo su dinero se lo habían llevado las violetas. Otro día, ¿me oyes? murmuraba en su oído, como si la propusiese una travesura infantil . Otro día te las traeré, sin que se entere la monja, sin que lo vea el médico.

Y me digo: «¡Mejor! ¡Mejor! ¡Que se apene! ¡Que padezca! ¡Eso será señal de que me quiere y piensa en miPerdóname. El amor es egoísta. Deseamos la dicha de la persona amada, y, sin embargo, nos complace que padezca y llore como nosotros. ¿Verdad que estás triste, y que hasta tienes ganas de llorar, porque no estoy allí, a tu lado, y no me ves, ni oyes mi voz?

Una idea fija le dominaba, y era el recuerdo de la muerte de Zeli, al cual era bien adicto. Vas a bajar a la cala y decir a mi mujer que puede venir a besarme: ¿oyes? dijo Kernok. , capitán respondió Grano de Sal; y una gruesa lágrima cayó sobre el reloj. En el acto desapareció por la escotilla.

Ya ves, mamá, que tengo razón para no querer a tu futuro sobrino político y para preferir a mi griego. Y no me pongas la objeción de que mi griego ha de ser hereje o cismático. De fijo que es muy buen católico. Si no lo fuera, no sería tan amigo del Padre González, que me le presentó en la sacristía, hace ya más de una semana. ¿Oyes, mamá?... ¿Qué?... ¿Ustedes me quieren volver loca?

Le echaban en cara el vino y los manjares con que le habían atiborrado á todas horas. ¿Oyes, ladrón, lo que dice el doctor? Tu afición al champagne. Estarías borracho y por eso nos has hecho perder, cochino. Ochenta mil duros, ¿te enteras, sinvergüenza? Más de ochenta mil duros hemos perdido por tu culpa.... Por allá no vuelvas: te mataremos á patadas si apareces en las minas.

Miss Florencia no movió un dedo siquiera. D. Carlos le tomó una mano y la llevó suavemente á los labios. Tampoco el aya hizo el menor movimiento. ¿No oyes, , no oyes? dijo entonces sacudiendo aquella mano. Soy yo. ¿Qué hay? repuso ella volviendo lentamente la cabeza.

¡Qué angostos son a veces dijo don Juan los senderos que Dios nos deja para que caminemos hacia la dicha! Chico, parece que nos amamos por cerbatana. ¿Oyes bien? , pero tengo que pegar la oreja a la cerradura. ¡Alma mía! ¡Juan de mis ojos! ¡Monín!

Pues será necesario que renuncies á verme. ¡Juan! exclamó Luisa, cuyos ojos se llenaron de lágrimas. Preciso de todo punto: las cosas se ponen de manera que no se puede pasar más adelante. ¿No oyes que esta noche la reina ha salido á la calle? ¡Oh! no, eso no puede ser. ¿Que la amparaba un hombre desconocido?... ¡Dios mío! ¿pero qué tengo yo que ver con todo eso?

Palabra del Dia

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