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Actualizado: 10 de julio de 2025


¡Ay, Dios mío! exclamó María Teresa, asustada, ¡está delirando!... ¡Padre!... ¡Papá!... aquí estoy yo, que te adoro... papá ¿me oyes? ¡Oh, padre, padre, no delires más! El señor Aubry continuaba: Sabes, Juan... hijo mío, mi verdadero hijo... , , Juan... tengo el medio de... te sorprendes... espera... espera... ¡Ah, ah, ah! ¡aquí esta... el medio de!...

Pues ha alquilado el cuarto de la izquierda de la casa en que vas a vivir; el tuyo es el de la derecha. ¡Bah!... no digas desatinos replicó Fortunata, queriendo echárselas de valiente. Deslizose de sus rodillas al suelo la falda de gro negro que estaba arreglando. «Como lo oyes, chica... Allí le tienes. Desde que entres en tu casa, le sentirás la respiración». Quita, quita... no quiero oírte.

Bien le , bien le ; pero estaba Ángela despierta y no podía bajar... Por cierto que me hizo reír cuando me dijo: «¿Oyes, Rosa? Ahí está Juan el de la tía María silbando.

Y entrando en la cueva y viendo a Catalina agazapada en un rincón pelando una patata, la sacudió violentamente, gritándole con voz aguda: ¡Idiota! ¿No oyes nada? ¿No tienes miedo? ¡ comes, bebes, gritas, y eso te basta! ¡Oh! ¡Qué monstruo!

La vida no me importa... dentro de unos meses esto se acaba... mejor. Lo que quiero es que vayas otra vez allá. ¡No! ya te dije. ¡No, vamos! ¡No quiero que no quieras ir! ¡Me mata esto! ¿Por qué no quieres ir? Ya te he dicho: ¡no-qui-e-ro! Ni una palabra más sobre esto, ¿oyes? La angustia de la noche anterior tornó a desmesurarle los ojos.

RUIZ. Fuera estoy. MANRIQUE, después GUZMÁN y FERRANDO MANRIQUE. ¿Qué haré? Turbado estoy... ¿Llamaré? Tal vez orando estará. Acaso en este momento llora cuitada por . Nadie viene... por aquí... es la iglesia del convento. FERRANDO. Tarde llegamos, Guzmán. GUZMÁN. ¿Quién es este hombre? FERRANDO. No . GUZMÁN. ¿Oyes el canto? FERRANDO. , a fe. GUZMÁN. En la ceremonia están.

Y šiendo accušado por los principes de los Sacerdotes, y por los Ancianos, nada rešpondió. Pilato entonces le dize, No oyes quantas cošas teštifican contra ti? Y no le rešpondió ni una palabra de tal manera que el Prešidente še maravillava mucho. Y en el dia de la fiešta acoštumbrava el Prešidëte šoltar al pueblo un prešo qual quišieššë. Y tenian entonces un prešo famošo, que še dezia Barabbas.

, esta mano, ¿lo oyes?, esta mano es la que te ha vencido cuando llegamos por vez primera al corazón de vuestros bosques... ¡Mi mano es la que ha doblado tu cerviz bajo el yugo y te la volverá a doblar otra vez! Porque vosotros sois valientes, creéis que seréis para siempre dueños de este país y de Francia entera... ¡Pues bien, estáis equivocados!

Solía permanecer callado y taciturno algún tiempo, durante el cual Mendoza le seguía el humor y se mostraba más taciturno todavía, aunque sin motivo alguno. Al fin, cuando los malos pensamientos de Miguel se disipaban, rompía súbito el silencio poniéndose a cantar o a brincar, si es que no se le ocurría alguna cosa para embromar a su amigo: Oyes, Perico, ¿sabes lo que estoy observando?

ALCALDE. Mando, ; pero en acabando yo de hablar. Exponga Cleto Rejones su particular. CLETO. ¿Hablo? ALCALDE. ¡Bárbaro! ¿Pues no me oyes?... CLETO. De modo que como usté me dijo.... ALCALDE. ¿Cantas..., ó te condeno? CLETO. Pos canto y digo. Yo tengo, en primeramente, un güerto cerrado sobre y á paré seca.

Palabra del Dia

malignas

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