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Actualizado: 11 de junio de 2025
Cerca de mí vi, agazapada en la sombra, en medio de los escombros, una forma humana, cuya silueta reconocí en seguida. ¡Roberto! grité sorprendida.
Al cabo la halló agazapada al lado de un avellano. Al verse descubierta, hizo una graciosa mueca de enfado. ¡Déjeme usted, D. Andrés... déjeme usted! Y corrió de nuevo a ocultarse en otro sitio. Andrés la siguió. Eso no vale... ya estás descubierta. Tornó a hallarla en la misma posición que antes, metida dentro del canastillo de ramas de otro avellano.
Y decimos esto para que nuestros lectores aprecien cuánto sufriría la Dorotea agazapada cinco horas mortales, debajo de una escalera, frente á la puerta del aposento de doña Clara, al lado del sargento mayor don Juan de Guzmán, que renegaba y blasfemaba por lo bajo, para que la Dorotea no le oyese.
Y sin embargo, la pobre hilandera, al llegar cerca de allí, deteníase indecisa, temblorosa, como las heroínas de los cuentos ante la cueva del ogro, dispuesta á meterse á campo traviesa para dar vuelta por detrás del edificio, á hundirse en la acequia que bordeaba el camino y deslizarse agazapada por entre los ribazos; á cualquier cosa, menos á pasar frente á la rojiza boca que despedía el estrépito de la borrachera y la brutalidad.
Y entrando en la cueva y viendo a Catalina agazapada en un rincón pelando una patata, la sacudió violentamente, gritándole con voz aguda: ¡Idiota! ¿No oyes nada? ¿No tienes miedo? ¡Tú comes, bebes, gritas, y eso te basta! ¡Oh! ¡Qué monstruo!
Palabra del Dia
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