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Ya es tarde. Mamá madruga mucho a misa y querrá llevarme consigo. Vete. Un poco más, salada. Aún no es media noche. , en la Giralda ha sonado ya la una. Adiós. No; han sido las doce y cuarto... El golpe lento y grave de la campana de la Giralda dio entonces la una y cuarto. ¿Lo oyes? La una y cuarto. Adiós, adiós. ¿Y te marchas así, sin darme la mano?

El jefe de los pescadores se le puso delante, vacilando sobre sus altos zuecos de planta de fieltro, diciendo: ¡Hola! ¡Os creía muerto, Capitán! ¡Os habéis emborrachado, canallas! le dijo Van-Stael, amenazándole con el puño. ¡, ! añadió el chino, tartamudeando . ¡Bebed... el sciam-sciú es... excelente!... Aún... queda... Lo juro... Pero, ¡desgraciado!; ¿no oyes los gritos de los salvajes?

Nadie estiró la mano para recoger los imprezo, y él fue depositando suavemente en los regazos de las muchachas el alijo. El inglés tripudo observaba el reparto con su fulgurante monóculo. Oyes , Bárbara, ¿este no es el que puso la capilla en la cuadra? El mismo... es el que berrea allí por las tardes. ¿El que le dio los cuartos a la Píntiga? , mujer. Y este, ¿no dice que fue cura?

¡No! ¿Oyes?... ¡Escucha también, Van-Horn! Todos aguzaron los oídos. Mientras por el lado de tierra seguían oyéndose los gritos salvajes de los australianos, hacia la bahía percibíanse risotadas, cantos y gritos proferidos por voces roncas, como de borrachos. ¡Gran Dios! exclamó Van-Horn . ¿Qué han hecho nuestros chinos? ¿Se habrán vuelto locos de miedo? dijo Cornelio.

Colocaba Angelina sus ramilletes en una gran cesta y los cubría con un lienzo, cuando mi tía, tocándome en el hombro, exclamó impaciente: ¡Pero, muchacho, estás ido, o qué te pasa que no oyes lo que te digo! Usted dispense, tía contesté avergonzado, temeroso de que sorprendiera el secreto que me tenía distraído. ¿Misas de aguinaldo?

Los gastos que uno tiene son cada vez mayores. ¿A que no sabes lo que llevo gastado este año, vamos a ver? Poca cosa respondió el duque con sonrisa despreciativa. ¿Poca cosa? Pues pasa de setenta y cinco mil duros, y aún estamos en Noviembre. ¿Qué dices? manifestó el duque con viva sorpresa . No puede ser. Lo que oyes.

8 El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde vaya; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 9 Respondió Nicodemo, y le dijo: ¿Cómo puede esto hacerse? 10 Respondió Jesús, y le dijo: ¿ eres el maestro de Israel, y no sabes esto?

La disputilla referida anteriormente fue cortada por la entrada o salida de fieles. Todo se sabe. Cállate la boca, si no quieres que parte a D. Senén para que te enseñe la educación. ¡A ver!... No vociferes, que ya oyes la campanilla de alzar la Majestad.

«Y oyes sus sollozos continuaba una voz dentro de , y la dejas presa de sus torturas mientras que te deleitas pensando en que tienes un secreto con él, con él, que pertenece sólo a ella

¡Quiero que hables! ¿oyes? que te dispongas a revivir y que no olvides lo que te decía anoche tu madre. ¡Mi madre!... , tu madre, ¿pues qué? Mi madre ha sido feliz toda su vida. ¿Y , no?... ¡Qué rico tipo!... Mira, así y reunía en un haz las yemas de sus dedos, así, ¿ves?... así hay consuelos para cada dolor. Es posible.