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Actualizado: 10 de julio de 2025
¿No oyes entre los ruidos del agua algo parecido a un lamento? Ricardo atendió un instante. No oigo nada. No; ya ha cesado... Aguarda un poco... ¿No lo oyes ahora?... Sí, sí, no cabe duda..., en las cuevas de esta roca hay alguien que se queja... No hagas caso, tonta. Es la resaca que produce sonidos extraños... ¿Quieres que me baje a mirar lo que hay dentro?
El tigre, así que hubo terminado, descansó algunos instantes sobre la misma almohada de su víctima. Esta todavía se arrancaba la carne del pecho a puñados para ofrecérsela. Oyes, Julita, ¿cómo hace el gato? ¡Mau, mau! ¡Ca! no es así, verás tú como hace.
Ya lo oyes, Catana: lo mismo que nosotros... Y respondiendo ahora a cierta indirecta pregunta que usted nos ha hecho, le digo que lejos de echar en falta cosa alguna en esta casa para nuestra comodidad, todo lo hemos hallado en su punto y lleno de motivos de agradecimiento y de aplauso a la previsión, al acierto... en fin, que ha hecho usted milagros... ¿No es así, Nieves?
No pudo proseguir, porque Muñoz, en voz baja, descompuesta por la rabia contenida, le interrumpió: ¡Óyeme! Ella será lo que quieras, pero tú has de empezar a decir vilezas sobre Adriana, ¿me oyes?... cuando te hayas hecho digno, como un perro... Quiso agregar algún insulto atroz, pero la misma sobreexcitación le impidió proferir otra palabra.
-Que me maten, Sancho -dijo, en oyéndole, don Quijote-, si nos ha de suceder cosa buena esta noche. ¿No oyes lo que viene cantando ese villano? -Sí oigo -respondió Sancho-; pero, ¿qué hace a nuestro propósito la caza de Roncesvalles? Así pudiera cantar el romance de Calaínos, que todo fuera uno para sucedernos bien o mal en nuestro negocio.
Os ruego, señor dijo el padre Aliaga , que mandéis al tío Manolillo avise al sumiller que no deje pasar á nadie, absolutamente á nadie, ni aun al mismo duque de Lerma. Ya lo oyes, obedece dijo el rey. ¿Qué será esto? dijo el tío Manolillo yendo hacia la puerta ¡apoderado de ese imbécil el padre Aliaga, y en consejo conmigo! ¿qué querrán? ¿sabrán algo? ¡veremos!
Di mejor tus caprichos... porque tienes ojeriza a ese pobre Enrique... a quien no puedes tragar. ¡Yo! ¡Tú! como lo oyes. Apenas le hablas... apenas le haces caso. Te aseguro que necesita valor para pisar mi casa, después del recibimiento que le haces cuando entra en ella. Me acusas sin motivo; el sobrino de mi esposo tendrá siempre derecho a mis deferencias.
MÁXIMO. Cuando esté al blanco incipiente, me avisas. Está bien. MÁXIMO. Oye. Que nos preparen en la fábrica la batería Bunsen. Advierte que antes de dar luz necesito la dínamo grande para un ensayo. MARIANO. Bien. ELECTRA, MÁXIMO; después el OPERARIO. Pronto tendrás que ocuparte de la fusión, y yo... MÁXIMO. Y tú... naturalmente, volverás a tu casa... MÁXIMO. Tú oyes, callas y esperas...
No, hombre no: éstas son tías... primas segundas de mamá... Por supuesto, te lo digo en reserva, porque si ellas supieran que yo ando propalando este secreto, serían capaces de asesinarme, ¿no es verdad, mamá? Pues que quieran o no respondió la brigadiera, son tus tías, y la menor pasa ya de los treinta. Oyes, Julia dijo Miguel hablando otra vez en voz baja. ¿Se te ha declarado ya ese...?
No sé dijo la mansa voz de Carmencita ; ya oyes cómo se queja; está muy malo del cuerpo, sin duda..., y el alma ... ya ves cómo la tiene: sólo salen de ella palabras horribles.... ¿Y por qué estás tú con él? Porque le tengo compasión...; nadie le quiere ni le cuida.... ¿Y «ellas»? Están muy enojadas...; no tienen dinero.... Me dijeron que el marino se había marchado.
Palabra del Dia
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