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Actualizado: 17 de octubre de 2025


A lo lejos, su enemigo Prometeo lamentábase, aherrojado en una peña del Cáucaso. Tales eran las venturas de los dioses. ¿Hubo algún heleno, pastor, sacerdote ó rey que se atreviera á trepar por las pendientes de Olimpo que dominan los altos pastos de las cañadas y las lomas? ¿Atrevióse alguien á poner el pie sobre la cumbre para encontrarse de pronto en presencia de los dioses terribles?

La fertilidad de los campos extendidos en su falda llamaba á desde todas partes á las muchedumbres que allí iban á encontrarse, ya para mezclarlas, ya para matarse unas á otras. Finalmente, el Olimpo domina los desfiladeros que forzosamente habían de seguir las tribus ó los ejércitos en marcha, de Asia á Europa ó de Grecia á los países bárbaros del Norte.

¡Ah, ! exclamó el hidalgo, cerrando los ojos y pasando su mano descarnada por la frente. ¡La he amado!... Por un momento fui comparable a los inmortales del Olimpo. La felicidad cantó dentro de mi alma el himno más hermoso que acompañó jamás a sus divinos juegos. El sol se levantaba y se acostaba tan sólo para dorar mis ilusiones.

Por otra parte, las montañas, después de creadas, cambiaban de sitio con frecuencia, y servían á los dioses para arrojárselas con hondas. Los titanes, que no eran dioses, transtornaron todos los montes de Tesalia para alzar murallas en torno del Olimpo: el mismo gigantesco Altus no era demasiado peso para sus brazos, que lo llevaron desde el fondo de Tracia hasta el sitio en que hoy se levanta.

No sólo sabía figurar montañas vomitando fuego y temblores de tierra; á la mar con navíos que lo cruzaban en distintas direcciones; palacios de la más rica y artística arquitectura; el Olimpo con la asamblea de los dioses en su cima, y el Tártaro con los condenados allá en lo hondo, todo ello de una manera maravillosa, sino castillos, que aparecían de repente con la vara mágica; á Faetonte dirigiendo el carro del sol, y precipitándose luego en el abismo; á Perseo, que cabalga por los aires montado en el pegaso; á Venus, atravesando el cielo en un carro de nubes, tirado por cisnes, etc.

No necesito yo creer que irritado Apolo por la ofensa hecha a su sacerdote, bajó furioso del Olimpo y mató a los aquivos a flechazos, ni que Ulises y Pirro se escondieron en el hueco vientre de un caballo de madera, para deleitarme leyendo las hermosas epopeyas de Homero y de Virgilio.

En aquella aparición, creí yo ver algo más que la morada de la dicha, algo más que el Olimpo, mansión de los inmortales. Pero una nube maliciosa cerró de nuevo la salida por donde había yo visto la montaña. Halléme de nuevo entre viento, nieve y lluvia y consoléme con decir: ¡un Dios se me ha aparecido!

Parecida por su argumento á la anterior, y, como ella, de invención del autor, aunque la mitología desempeñe también su papel exterior. Ni en su pensamiento ni en su desarrollo es más que mediana. Es posible que la historia de Olimpo y Sofronia, del acto tercero, sea una reminiscencia del Tasso. Fieras afemina amor. Desenvuelve las hazañas de Hércules.

PROCLO. Hace ya años que mi alma no tiene caprichos. Es mandato de un numen. MARINO. ¿Puedo saber de cuál? PROCLO. De Venus Urania. MARINO. ¿La evocaste? PROCLO. No la evoqué. Ya sabes que en el día rara vez me tomo el trabajo de evocar a los númenes. Ellos mismos bajan del Olimpo y vienen a verme, enamorados de mi afable trato.

He cumplido ya tus mandatos, soberano Padre; NEPTUNO y su corte no pueden venir, pues temen perder el imperio de los mares, á causa del actual arrojo de los hombres; VULCANO aún no ha terminado los rayos que le encargaste para armar al Olimpo y los está concluyendo; en cuanto á Pluton ... ¡Basta! Tampoco los necesito. HEBE, y , GANÍMEDES, repartid el néctar para que beban los inmortales.

Palabra del Dia

amitié

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