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Actualizado: 17 de octubre de 2025
La escena de Aristófanes, en su comedia La Paz, cuando el pacífico Trigeo sube al Olimpo montado en un escarabajo, se representaba entonces en España: el Olimpo estaba desierto y sólo quedaban allí la Guerra y el Estrago, machacando en un mortero una nación entera y sirviéndoles de mano un general ambicioso.
Refieren los escritores antiguos que hubo filósofos que no temieron escalar el Etna, con ser mucho más elevada que el Olimpo, pero no mencionan á ningún mortal que tuviese la audacia de subir á la montaña divina, ni siquiera en la época científica, cuando la filosofía enseñaba que Zeus y los otros inmortales eran meras concepciones del espíritu humano.
Su actitud noble y tranquila, su belleza imponente traían al recuerdo la imagen del dios Apolo cuando desterrado del Olimpo sirvió de pastor en casa de Admeto, rey de Tesalia. Bien venidos seáis, amigos. ¿Qué os trae por estos sitios tan altos? dijo, y arrimando el hacha al copudo castaño debajo del cual trabajaba vino hacia ellos y les apretó la mano.
Pero el que no sepa á la vez unirse con amor á los tesoros de belleza que nuestros antepasados nos han legado, ése no llegará á sentarse en la cima sagrada del Olimpo. «Los mejores cantos dice Telémaco en la Odisea son siempre los más nuevos.» Si se medita un poco se comprenderá que las pasiones humanas, primera materia sobre la cual trabaja el poeta, no cambian, en lo que tienen de fundamental, con el trascurso de los siglos, y aun en la vida social, si el tiempo y el espacio establecen diferencias, no son tan grandes como á primera vista parece.
Con el talento que hay colgado de aquellas paredes había para hacer un mundo nuevo si este se acabase. Yo me figuraba que había pasado a otro mundo, a Venecia, a Roma, a la corte del Buen Retiro. Unas veces creía que estaba cubierta de brocados y otras que andaba a la ligera como se anda por el Olimpo. Aquella es belleza; chico, aquella es gracia.
Cada rey tenía en el Olimpo sus parientes, y era hijo, o sobrino, o nieto de un dios, que bajaba del cielo a protegerlo o a castigarlo, según le llevara a los sacerdotes de su templo muchos regalos o pocos; y el sacerdote decía que el dios estaba enojado cuando el regalo era pobre, o que estaba contento, cuando le habían regalado mucha miel y muchas ovejas.
Hubo un tiempo, excelsos dioses, en que los soberbios hijos de la tierra pretendieron escalar el Olimpo y arrebatarme el imperio, acumulando montes sobre montes, y lo hubieran conseguido, sin duda alguna, si vuestros brazos y mis terribles rayos no los hubieran precipitado al Tártaro, sepultando á los otros en las entrañas de la ardiente Etna.
Blasfemas calificando de sandio y de mezquino al amor, germen fecundo de virtudes y de grandes acciones. Acuérdate de la divina fábula de Esopo. Amor bajó del Olimpo para consolar al linaje humano. En el banquete de los dioses faltó la antigua alegría porque Amor estaba ausente.
La duquesa era muy campechana, y de vez en cuando... ¿cómo lo diré?, pues, como vulgarmente se dice, echaba ajos; ahora que, como mujer, los convertía en femeninos, mudando la o final en a. También fumaba. Todos los Valdedulla fueron entes estrafalarios. En cuanto al corazón de la duquesa, emplearé una frase de mi padre: todo de miel hiblea y más grande que el monte Olimpo.
Apolonio, desde el umbral de su zapatería de lujo, en actitud estatuaria y de fingido tedio e indiferencia, presenciaba aquel vivo y animado tumulto, con la misma envidia y nostalgia con que los inmortales en el Olimpo ven a los humanos agitarse a impulsos de ideales y pasiones que hacen la vida sabrosa y digna de vivirse.
Palabra del Dia
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