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Actualizado: 29 de junio de 2025


Más tarde, otras religiones de pueblos diversos que viven en las llanuras cercanas se apoderaron de la montaña santa y la consagraron á nuevas divinidades. En vez de Zeus, adoraron los cristianos griegos en ella á la Santísima Trinidad: en sus tres principales cúspides miran todavía los tres grandes tronos del cielo.

Luminoso éter bañaba la cumbre del Olimpo y jugueteaba en la cabellera de los dioses: nunca perturbó la tormenta el descanso de aquellos dichosos seres, ni lluvia, ni nieve caía sobre la espléndida cúspide. Las nubes amontonadas por Zeus se enrollaban á sus pies, alrededor de los peñascos que formaban el soberbio cimiento de su trono.

En el santo monte Athos, al cual adoraban desde la superficie de las rumorosas olas marinos de todas las razas y todos los idiomas, se alzan 935 iglesias en honor de todos los santos: el dios de los cristianos ha heredado á Zeus, que había sucedido á dioses mas antiguos.

Y durante miles y miles de años reinaba sobre el mundo la divinidad benéfica y consoladora que el héroe sombrío había dado a los humanos, pagando esta generosidad con el tormento de sus entrañas rasgadas por el águila, «perro alado de Zeus». Ella conducía los rebaños de hombres en armas; ella había aleteado ante las proas de los descubridores; ella conmovía con su paso quedo el silencio cerrado donde meditan sabios y artistas; ella guiaba las muchedumbres ansiosas de bienestar y amplio emplazamiento que se descuajan de un hemisferio para ir a replantarse en el otro.

Todavía hay en Palmira algunos gentiles que coronan de flores los sepulcros, y que, en aquel día, que es la fiesta de Adonis, cantan el himno de la muerte y de la resurrección, himno que Apeles ha cantado mil veces y que su nieto cantó poco antes de morir: «Así lo quiere el eterno Zeus: debes descender bajo la tierra florida, y besar á la sombría Perséfone ¡oh hermoso Adonis!

Entonces Zeus, padre de dioses y de hombres, residía en paz en la montaña sagrada: á un lado estaba Heza, la diosa mujer siempre y siempre virgen. En torno estaban los otros inmortales de rostro eternamente alegre y bello.

Contaba entre sus antepasados curetes y dáctilos ideos, de los que tejiendo danzas guerreras al son de los clarines y al estruendo de sus broqueles heridos por el pomo de las espadas, rodearon a Zeus, cuando niño, e impidieron que Cronos le oyera y le devorara.

Refieren los escritores antiguos que hubo filósofos que no temieron escalar el Etna, con ser mucho más elevada que el Olimpo, pero no mencionan á ningún mortal que tuviese la audacia de subir á la montaña divina, ni siquiera en la época científica, cuando la filosofía enseñaba que Zeus y los otros inmortales eran meras concepciones del espíritu humano.

Desde los primeros versos comenzaron a aplaudir catastróficamente. Apolonio, entre bastidores, escuchando el estruendo, se cernía serenamente sobre los aplausos, como Zeus olímpico sobre los truenos. El malicioso Celemín había preparado varios trucos grotescos. Había vestido a los actores de mamarrachos, con percalinas chillonas. Cada vez que salía uno, estallaba un escándalo de risas y palmoteos.

Pero los hijos del Tiempo, al vencer á los gigantes, se repartían el mundo, jugándolo á la suerte. Zeus quedaba dueño de la tierra, el fatídico Hades reinaba en los abismos plutónicos, y Poseidón se enseñoreaba de las llanuras azules.

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