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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Mientras me paseaba oía vagamente la sonata que estaba tocando al piano; era una melodía que ejecutada por mi hija me llenaba de gozo el corazón. »Aquel arrobamiento duró como un cuarto de hora. »Complacíame yo en aproximarme a aquella fuente de armonía, y después de deleitarme un instante me alejaba de ella para dar la vuelta al jardín.
Y a mí, acaso porque soy optimista, indulgente y benigno, más bien que deleitarme y más bien que conmoverme estéticamente, me aflige y me repugna la viva y exacta representación de la fealdad moral, cuando traspasa los límites de lo ridículo y llega a lo criminal y a lo odioso. Es cierto que en la novela del Sr. Lasso hay algunos personajes excelentes.
Mi extraña conversión y el refinamiento vicioso de quien, sin caer en ello, era aún enamorada pecadora, me inducían a deleitarme con aquellas visitas, a aliñarlas con el sabor picante de un falso misticismo y con las mortificaciones y castigos que yo imponía a mi cuerpo, y a saborearlas regalándome y alimentándome con la dulzura de ellas, como si usía fuese mi Dios y no el que está en el cielo.
Ahora que te lo digo, ahora que por última vez voy a hacer que mi palabra llegue hasta ti, aunque sea desde lejos, Dios habrá de perdonarme si me complazco en recordar mi extravío, no ya para llorarle y lamentarle arrepentida, sino para deleitarme y glorificarme con su recuerdo.
No necesito yo creer que irritado Apolo por la ofensa hecha a su sacerdote, bajó furioso del Olimpo y mató a los aquivos a flechazos, ni que Ulises y Pirro se escondieron en el hueco vientre de un caballo de madera, para deleitarme leyendo las hermosas epopeyas de Homero y de Virgilio.
Palabra del Dia
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