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Actualizado: 10 de junio de 2025
PROCLO. Hace ya años que mi alma no tiene caprichos. Es mandato de un numen. MARINO. ¿Puedo saber de cuál? PROCLO. De Venus Urania. MARINO. ¿La evocaste? PROCLO. No la evoqué. Ya sabes tú que en el día rara vez me tomo el trabajo de evocar a los númenes. Ellos mismos bajan del Olimpo y vienen a verme, enamorados de mi afable trato.
Respondióme Cilenio á lo vellaco Con no sé que vislumbres de ironia: Esto que se recoge, es el tabaco, Que á los vaguidos sirve de cabeza De algun poeta de celebro flaco. Urania de tal modo lo adereza, Que puesto á las narices del doliente, Cobra salud, y vuelve á su entereza. Un poco entonces arrugué la frente, Ascos haciendo del remedio estraño, Tan de los ordinarios diferente.
Las reynas de la humana hermosura Salieron de do estaban retiradas, Mientras duraba la contienda dura: Del arbol siempre verde coronadas, Y enmedio la divina Poesia, Todas de nuevas galas adornadas. MELPOMENE, TERSICORE, Y TALIA, POLIMNIA, URANIA, ERATO, EUTERPE, Y CLIO, Y CALIOPE, hermosa en demasia
Para ti tendré hermosura corporal y juventud lozana. ASCLEPIGENIA. No te alucines, Proclo. La juventud que se fue, no vuelve nunca. Venus Urania no te visitó sin motivo. En cuanto a la riqueza, doy por cierto que no ganarás jamás un óbolo con toda tu filosofía, a no ser que apeles al milagro. PROCLO. Pues bien; al milagro apelo. Ahora vas a ver quién yo soy. ¡Aquí te quiero, oh Teurgia!
Hay multitud de amores continuaba el poeta , hijos todos de las ninfas: Amores terrenales que son los que nosotros por lo común conocemos; pero hay además un solo y único Amor, hijo de Venus Urania, el cual, según refiere el fabulista Esopo, y después han repetido muchos otros poetas y fabulistas, vive casi siempre en el cielo. Los dioses inmortales no pueden vivir sin él.
Acabas de decirme que conoces a la señorita de Sardonne desde su infancia, y sin duda por eso, por el hastío que engendra el hábito, no te das cuenta de cuan grande es su belleza... ¡Oh! ¡es fascinadora!... Tiene el puro, serio, y un tanto trágico, encanto de Urania... y de Musa también; es su voz, armoniosa y grave; encanta oírla leer; durante nuestras sesiones para pintar el retrato de la baronesa, mil veces me ha asaltado la loca idea de traerla a mi casa para hacerla el hada de este taller en que nos encontramos... que por la magia de su presencia resplandecería cual otro paraíso... Si hubiese conocido a la señorita de Sardonne en la alta posición social en que nació, todo eso no habría pasado de un ensueño pasajero de artista... uno de esos ensueños que con tanta frecuencia nos asaltan... porque nosotros somos generalmente muy aristócratas en nuestros amores... La mitad de nuestra vida la pasamos por ministerio de la imaginación en muy altas esferas, en muy escogida compañía... Vemos con harta frecuencia a las grandes damas en medio de los esplendores de sus palacios, y entrevemos a las diosas tronando sobre sus solios de nubes... Y aun es una de nuestras grandes decepciones, de nuestros grandes dolores caer de pronto desde esas doradas alturas encima de las ronzas de la tierra... Ahí tienes por qué, precisamente en estas cuestiones de matrimonio, son tan graves nuestros errores y tan profundos nuestros desencantos... ¡Ay! ¿quién lo sabe mejor que yo?... Pues bien, te decía que si hubiese encontrado a la señorita de Sardonne en todo el brillo de su nacimiento y de su fortuna, conozco demasiado las leyes y las costumbres sociales como para que ni un momento se me hubiera ocurrido aspirar a su mano... Pero, en fin, la veía desgraciada y pobre... y al menos, si no en otro, en el camino de la riqueza me encuentro ya... Aquellas circunstancias venían a acortar la distancia entre nosotros... Podía al menos ofrecerla una posición independiente... dar a su hermosura un marco digno de ella... y poco a poco me dejaba ganar por una tentación tan poderosa, precisamente cuando me pareció observar que tu amistad hacia la señorita de Sardonne tomaba el carácter de más serios sentimientos... Desde ese momento mi línea de conducta estaba trazada... ponerme en fuga...
Dice Fóscolo que el Petrarca cubrió con un velo candidísimo al Amor, que andaba desnudo por Grecia y en Roma, y así le volvió al regazo de Venus Urania. Desde entonces, acaso desde antes, no se puede hablar seriamente del Amor, trayéndole á la tierra, prohibiéndole recordar su cielo, y arrancándole la vestidura.
Cerremos el libro de Los viajes por su página de Marianas, y si no hemos llegado á convencer de que en Guajan, hay siempre un consuelo y un remedio á toda necesidad, pregunten á los que allí hayan sufrido y ellos contestarán. Confundamos las páginas del viajero de la Urania, con las de otros compatriotas suyos, y continuemos en la descripción de la isla de Guajan. La plaza de Agaña. La iglesia.
Palabra del Dia
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