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Actualizado: 8 de mayo de 2025


«Esa es la mística forma que en aquella memorable noche dibujaron en el cielo la luna nueva que le iluminó el camino, y en la tierra el poderoso casco de su caballo . »Como en la marea creciente dibuja la ola en la arena de la playa su círculo, pasando sobre la huella de la oleada anterior, así el dichoso flujo de nuestras conquistas fué pasando triunfante sobre los pueblos sojuzgados.

Una oleada de fuego ha descendido hasta mi corazón. ¡Incomparable voluptuosidad! ¡Es un beso de Adela, la huella, la dulce huella de sus labios, la que reposa sobre los míos! ¡Oh! la conservaré entera, inalterable.

Una oleada de sangre ardiente invadió mi corazón; creí que iba a ahogarme. En seguida la puerta se abrió y la mano de Roberto me asió en la obscuridad: me dejé llevar sin tener conciencia de lo que hacía, y no salí de mi estupor sino en el momento en que caí de rodillas, sollozando, junto a la cama, y oculté la cara en las almohadas, mientras una mano húmeda y caliente me acariciaba la cabeza.

Entre esta oleada de blanca espuma, pasaban llevadas en andas las reliquias en sus ricas urnas, las imágenes de plata con una ventana en el pecho, tras cuyo vidrio marcábase confusamente el cráneo del bienaventurado. Luego volvía a reanudarse la parte teatral de la solemnidad.

Recordaba sus menores palabras y se las repetía complacientemente, como nos gusta oler de vez en cuando la rosa que hemos arrancado al paso. Cuando le vio aparecer en el encuadramiento de las cortinas del salón, Camila Liénard dejó precipitadamente el bordado en que trabajaba; brillaron sus ojos y una rápida oleada de rubor coloreó sus mejillas. ¡Bienvenido, señor Delaberge! dijo.

Procuraba mostrarse impasible, pero su rostro, tan pronto palidecía con la transparencia de la cera, como se arrebolaba con una oleada de sangre. El señor Fermín bajó la cuesta de la viña, yendo al encuentro de unos arrieros que pasaban por la carretera. Su aguda vista de campesino les reconocía desde lo alto.

Los espectadores, contagiados por los del juego, se pasaban de mano en mano los jarros pagados á escote, y era aquello una verdadera inundación de aguardiente, que, desbordándose fuera de la taberna, bajaba como oleada de fuego á todos los estómagos. Hasta Batiste tuvo que beber, apremiado por los del corro.

Como una nueva oleada de sangre subió entonces á la cara del Comendador, enrojeciéndola toda. Reportándose luego, dijo de la manera más natural á su parlera sobrina: ¿Con que esta señorita, además de ser tan guapa, es muy rica? Para estos lugares lo es. ¿No es verdad, tío, que es muy extraño que la quieran casar con don Casimiro? ¡Si viera V. qué viejo y qué feo está! Vamos, es ofender á Dios.

¡Oh, oh! dijo Hullin al fin . ¡Esto va mal! ¡Esto va muy mal! ¡Están esperando al enemigo! Luego, sobreponiéndose a los demás su instinto guerrero, una oleada de sangre coloreó sus mejillas morenas.

Las mangas de goma iban de uno a otro gigante como tentáculos absorbentes que chupaban la esencia de su vida. El estallido de una de estas torres podía inundar de pronto con mortal oleada todo el almacén, ahogando a los hombres que conversaban al pie de los conos.

Palabra del Dia

bagani

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