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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Yo me indigné muchísimo y le dije algunas palabras pesadas. Por lo visto, aquel loco sabía barrer para dentro. Su mirada de perro fiel había llegado a causarme repugnancia. La verdad es que si no hubiera sido por la simpatía invencible, que ya no podía ocultarme a mí mismo, que me inspiraba la hermana San Sulpicio, aquella misma noche me habría mudado de casa.
Por este medio llegué a explicarme el crédito y el favor de que gozaba cerca de algunas testas coronadas. ¿Pero por qué ocultarme esos pormenores? ¿Por qué ese cuidado extremoso que ponía en que ignorase acontecimientos que tanto me interesaban y que de tal modo anhelaba conocer? He aquí lo que no podía explicarme y lo que procuré averiguar.
Libres eran mis pasos, y sentíame no obstante más prisionero que en la montaña. Cualquier árbol, cualquier arbusto bastaban á ocultarme el horizonte: todos los caminos estaban cerrados en ambas partes por setos ó vallas. Al alejarme de los amados montes, que parecían huir lejos de mí, miraba á veces hacia atrás para contemplar sus curvas empequeñecidas.
Si no había podido ocultarme su belleza, me había manifestado su alma, y la mía se había reconcentrado, pequeña desgracia sin duda para la millonaria joven, pero verdadera, dicha para mí. Entretanto, hice un viaje á París donde me llamaban los intereses de la señora de Laroque y los míos.
Lo que yo había dicho, inutilizaba todos sus esfuerzos para ocultarme su origen, y me vengaba completamente de toda su maldad para conmigo. ¡Es usted una serpiente! exclamó con voz estrangulada. No lo creo, mi tía. ¡Una serpiente! Ya lo ha dicho, respondí tranquilamente. ¡Una serpiente cobijada en mi seno! repitió mi tía, que estaba demasiado colérica para hacer gastos de imaginación.
Miles y miles de hombres entusiastas, entre los cuales hay muchos que son esposas é hijas de altos funcionarios, se han encargado de mantenerme y ocultarme en mis excursiones de propaganda.
Seamos francos: el temor a que me pareciese demasiado humilde tu trabajo, el recelo de que fuese vanidosa, te han hecho callar, y resulta que el vanidoso eres tú. Como nada de lo que yo te diga puede enojarte, me arriesgo a todo: ¿fue vergüenza lo que sentiste al pretender ocultarme que te obligó la necesidad? ¿Sabes cómo se llama eso? Falsa vergüenza, una cosa muy parecida a la soberbia.
Espero, llena de ansiedad, otra carta, porque creo de continuo que debiendo reconocer este rumor algún fundamento, puede haber querido Alfonso ocultarme lo ocurrido. Sé por su amigo, M. de Virieu, que él temía volver a ver en Italia a cierta persona que no le perdonaba el haberse casado; ¿tendrá esto relación con el lance que dicen haber ocurrido?
No pudimos dejar de comprender que Dawson, como socio de Blair y partícipe de su enorme riqueza, debía conocer muy bien el secreto y haber dado ya los pasos convenientes para ocultarme a mí, su legítimo dueño, la verdad. Había que tenerlo muy en cuenta, pues era un hombre siniestro, poseedor de la astucia más insidiosa y del ingenio más diabólico en el arte de los subterfugios.
Disculpad que os hable así, porque me veo obligada, a pesar mío, a sospechar de vuestra sinceridad. Nada de eso, querida Marta, estáis equivocada. El asunto de que habláis no puede tener influencia sobre nuestro afecto recíproco ni afectar en nada mi lealtad. ¿Por qué ese interés en ocultarme esa razón con tanto empeño?
Palabra del Dia
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