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Actualizado: 8 de noviembre de 2025


Roussel hablaba con Herminia y la señorita Guichard se vió obligada á interrumpir sus reflexiones para escuchar lo que decían: Cuando usted sepa, señora, cuánto quiero á este muchacho, comprenderá el deseo que tenía de conocerla ... ¡Oh! lo bueno que usted ha sido para Mauricio ... Me ha contado su infancia ...

Tenía talento, estaba obligada a cultivarle; era bella y fuerte, necesitaba conservar su fuerza y su hermosura; había recibido un nombre ilustre, y, ya que no acertase a ilustrarle más, no debía mancharle. Aunque ella se considerara igual por naturaleza a los demás seres humanos, los juzgaba a todos marchando en busca de mayor bien y de superior altura más luminosa y serena.

La señora de Maurescamp tuvo ese mérito; pero para tenerlo viose obligada muchas veces a acordarse de que era cristiana, es decir, que pertenecía a una religión que ama las pruebas y el sacrificio.

Usted teme quizá que en su declaración haya algo enojoso para usted... Teme, en fin, verse obligada a decir cosas que no querría decir. Pues bien: la ley le permite a usted dejar de contestar a las preguntas que le parezcan enojosas. ¿Quiere usted ahora prestar juramento? No. Su voz era sonora, joven más joven que el rostro , clara y limpia. Debía de cantar muy bien.

Y había gentes que se sabían de memoria el primer discurso que dijo en Cayo Hueso; y no había reunión política en que alguien no se encargara de recitarlos, como la obertura obligada de la función de que se trataba; y las palabras de él, lo que había dicho, lo que había indicado en las conversaciones particulares, el consuelo que había prodigado a los infelices, a los desvalidos, a los tristes se repetían diariamente; y no vivía uno en aquel lugar y en aquella época sin ver su imagen por donde quiera, sin oír repetir sus palabras y sus ideas por todas partes; hasta el punto de que era difícil sustraerse a la ilusión de que estaba vivo; ¡ciertamente mucho más vivo entonces que cuando real y efectivamente vivía!

Que se reconozca obligada a padecer por los que le dieron la vida, y purificándose ella, nos ayude, a los que fuimos malos, a obtener el perdón... Por Dios, ¿no comprende usted esto? , . ¡Cuánto admiro su inteligencia poderosa! PANTOJA. Menos admiración y más eficacia en favor mío. PANTOJA. Naturalmente, a usted no puede inspirar Electra el inmenso interés que a me inspira.

Respetadme, caballero dijo la condesa , y no veáis en más que una mujer que todo lo ha perdido por vos en un momento de locura y os castiga. Si culpa hay entre nosotros, no quién está más castigado: si , Catalina mía, viéndote obligada á prenderme por amor, ó yo, por amor, viéndome obligado á huir de ti. Os aseguro que no huiréis. Entonces seremos los dos felices. No os entiendo.

Pero el es joven y es natural que sus pensamientos sean distintos a los míos. El proyectado casamiento de mi Cesarina, resulta decididamente irrealizable, me he visto obligada a decírselo así a este pobre joven. La familia se ha obstinado en la negativa más absoluta; estoy desesperada y he llorado mucho; el pobre joven parece resuelto a esperar aún contra toda esperanza.

»Si me encuentra sola con la señora Braun se muestra más animado; pero así y todo, me veo obligada a soportar casi todo el peso de la conversación, que indefectiblemente recae sobre Magdalena o sobre usted.

Era la vida brutal, la ley del destino sorda e inexorable, y la venganza no está obligada a más equidad que esa justicia ciega cuya espada de dos filos hiere casi siempre al inocente con el culpable. ¿Qué le iba a hacer ella? ¿Salvar al uno para salvar a la otra? ¡Engaño! ¡Piedad ridícula de los débiles que causa la audacia implacable de los fuertes!

Palabra del Dia

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