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Actualizado: 8 de julio de 2025


Aquella noche Rita había entrado, como siempre, en la tertulia, sin hacer ruido, y se había sentado en el sitio acostumbrado, cerca de su tía, para verla jugar. Esta no había observado la proximidad de su sobrina, sino cuando preguntada por el duque acerca del enlace que había rehusado, se había visto obligada a responder. ¡Jesús!

Diana, hija natural y heredera testamentaria del duque de Urbino, se ve obligada á luchar con un partido poderoso, que le hace la guerra, disputándole su herencia, y pretendiendo colocar en el trono á otra Princesa.

Si las nuevas de mi muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono, porque no estaba ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los hiciese; y, pues yo fui el fabricador de mi deshonra, no hay para qué...

Pedía consejo a su doncella si daría, o no, todo aquel suceso a su querido esposo; la cual le dijo que no se lo dijese, porque le pondría en obligación de vengarse de Lotario, lo cual no podría ser sin mucho riesgo suyo, y que la buena mujer estaba obligada a no dar ocasión a su marido a que riñese, sino a quitalle todas aquellas que le fuese posible.

De aquí en adelante dije yo seré respetuoso, comedido y circunspecto, como don Pedro. Doña Flora me ofreció un dulce, pero viose obligada a poner punto en la cuestión, porque otras damas, que como ella pertenecían a la clase de plazas desmanteladas y con artillería antigua, intervinieron inoportunamente en nuestro diálogo.

Aquella escasa vigilancia a que la Marquesa se creía obligada cuando sus hijas vivían con ella, había desaparecido. Era el único consuelo de tanta soledad. En tiempo de ferias, doña Rufina hacía venir alguna sobrina de las muchas que tenía por los pueblos de la provincia. Aquellas lugareñas linajudas esperaban con ansia la época de las ferias, cuando les tocaba el turno de ir a Vetusta.

Me casé obligada por una terrible cadena de circunstancias, que usted sólo comprenderá cuando la luz se haga, cuando conozca toda la verdad. Y volvió a quedar callada. ¿Pero no me la dirá usted ahora? insistí. Como su mejor amigo, como el hombre que la ha amado sinceramente, creo que tengo derecho a conocerla.

En efecto; me he visto obligada á escribiros, y no me he atrevido á confiarlo todo al papel; si no hubiérais vivido en un convento, yo misma hubiera ido á veros. ¿Tan importante es el asunto? ¡Oh! ; importantísimo. Ya he visto por el contenido de vuestra carta... Que su majestad está amenazada. ¡Ah! ¡ah! ¡esto es muy grave! La traición nos rodea por todas partes. Habéis acusado á dos personas.

Su esposa, doña Paula... ¿Pero por qué se despierta tal y tan prolongado rumor en el teatro a su aparición? La buena señora, al escucharlo, queda temblorosa y confusa, no acierta a desembarazarse del abrigo, y su hija Cecilia se ve obligada a quitárselo y a decirle al oído: ¡Siéntate, mamá!

Su tacañería me disgusta. Pero entre hermanos hay que vivir en paz, ¿no es verdad? y por esto sufro que a espaldas mías hable mal de mis costumbres. Afortunadamente, una tiene lo que necesita para pasarlo bien, y no se ve obligada a buscar los auxilios de ese avaro. Una nueva visita entró en el salón. Eran «las magistradas», una mamá y tres hijas, íntimas de las niñas de la casa.

Palabra del Dia

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