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Electra, niña boba y discreta, eres un prodigio de inteligencia y gracia, cuando no el modelo de la necedad; tu alma se la disputan ángeles y demonios. Necesitas ocuparte en algo, distraer tu imaginación... No olvides que a las cinco... Vete arreglando ya... ELECTRA. , tía. EVARISTA. Tiempo de sobra tienes: tres cuartos de hora. ELECTRA. No faltaré.

Si lo sabe, nada le importa. El no piensa más que en política; ni en aquella cabeza hay la discreción y la astucia que necesitas para salir de aquí. En aquel corazón no caben más que las desenfrenadas y vulgares pasiones del pueblo, capaces tal vez de un hecho notable, pero inútiles para consolar á un ser débil y delicado.

Fortunata le dijo con expresión fraternal y consoladora: «Mira, duérmete, descansa y no te acalores. Anoche has estado muy malito, y necesitas unos días para reponerte. Hazte cuenta que no estoy aquí, y a dormir se ha dicho». Si lo tranquilizó, no se sabe; pero ello es que se quedó dormida, y no despertó hasta las siete de la mañana.

Hace frío y necesitas calentarte. Yo entro contestó el loco , pero es para tratar de un asunto muy importante; es para una cuestión de Estado..., para pactar una alianza indisoluble entre los germanos y los triboques. Bien; pues hablaremos de eso.

No, Melchor... nosotros no pretendemos contrariarte, ni primar en tus resoluciones sensatas; pero necesitas, por tu bien, salir de aquí... acuérdate de las últimas cartas de tu casa. Yo las voy a contestar. Contéstalas yendo, anda a ver a los viejos, arregla tu situación en tu oficina. ¡Para lo que me importa del empleo¡ ¡bien me pueden destituir!

27 porque el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. 29 Le dicen sus discípulos: He aquí, ahora hablas claramente, y ningún proverbio dices. 30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; en esto creemos que has salido de Dios.

¿Qué necesitas?... ¿Qué deseas? Su voz temblaba de ternura. Habló al combatiente tostado y robusto con la misma entonación que usaba veinte años antes, cuando se detenía ante los escaparates de Buenos Aires llevando á un niño de la mano. ¿Quieres dinero?... Había traído una cantidad importante para entregarla á su hijo.

Se levantó, cerró la puerta, y en pie y desde lejos prosiguió: Has ido allí a buscar a esa... señora... has comido a su lado... has paseado con ella en coche descubierto, te ha visto toda Vetusta, te has apeado en el Espolón; ya tenemos otra Brigadiera.... Parece que necesitas el escándalo, quieres perderme.

No , no ... dijo Isidora aturdida, cual si registrara en su corazón y en su pensamiento . Me queda el delirio por las cosas buenas, la generosidad... ¿Sabes? Ayer no tenía más que dos duros; esta mañana vino una amiga a llorarse aquí..., total, que quedé sin un cuarto. ¿Necesitas algodijo Augusto llevándose la mano al bolsillo. Y sacó algunas monedas.

Trabajarás rudamente, pero con más nobleza y más provecho que en el viejo mundo; sufrirás muchas penalidades, y tal vez llegues á ser rico... Pero para todo eso necesitas venir conmigo... solo. Se incorporó el marqués, apartando las manos de su rostro.