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Temblorosa llegó a la calle Imperial, y habiendo mandado al moro que se arrimara a la pared y la esperase allí, mientras ella subía y se enteraba de si podía o no alojarle en la que fue su casa, le dijo Almudena: «No bandonar , amri. ¿Pero estás loco? ¿Abandonarte yo ahora que estás malito, y los dos andamos tan de capa caída? No pienses tal desatino, y aguárdame.

Pero él rehusaba estas felicitaciones. ¿Qué importaba lo que él hubiese hecho? ¡Todo... «líquido»! Lo interesante era el pobre Juan, que estaba en la enfermería luchando con la muerte. ¿Y cómo está, señó Sebastián? preguntaba la gente, volviendo a su primer interés. Muy malito. Ahora acaba de gorverle el conosimiento.

El pobre peón estaba muy malito: ¡á ver si lo sacaba adelante!... Ella le había tomado ley después de tenerlo varios años en su casa. Y al lamentarse, había tal expresión de frío egoísmo en sus ojos, que el doctor la atajó brutalmente: Sobre todo, lo que usted más siente, tía Gertrudis, es perder un real diario si muere. ¡Ay, don Luis, hijo! Semos probes y cada vez hay más casas de peones.

Fortunata le dijo con expresión fraternal y consoladora: «Mira, duérmete, descansa y no te acalores. Anoche has estado muy malito, y necesitas unos días para reponerte. Hazte cuenta que no estoy aquí, y a dormir se ha dicho». Si lo tranquilizó, no se sabe; pero ello es que se quedó dormida, y no despertó hasta las siete de la mañana.

¿Qué hay? dijo éste acercándose é interrumpiendo una patriótica y barberil alocución que había comenzado. Que vaya usted en seguida á sangrar á don Liborio que está muy malito. Demonio de enfermo: mañana le sangraré. No puede esperar: vaya usted pronto exclamó el criado. Señores, ¿qué hago? preguntó el barbero á sus amigos. No vayas, Calleja: que se sangre él solo.

Porque ahora no serás tan malito como antes. ¿Verdad, pillín mío?... ¿No serás, no, verdad, rico mío? Que no, que no... Vas a ver... te convencerás... Júramelo... ¡Ah!, ¡qué tonta!, ¡como si los juramentos valieran! En fin, que ahora tomaré mis precauciones... Si mi idea se cumple... ¿Y cuál es tu idea?, ¿qué idea es esa?

Ganas me dan de besarle... Si estuviera bien dormido... ¿Despertará?... Por un beso... ¡Qué placer! ¡Dulce amor mio! ¡Ay! ¡se mueve!... ¡Chist!... ¡Silencio! no se despierte mi niño. Ya se sosegó, ya vuelve á sus labios bendecidos la sonrisa; ya respira como hace poco, tranquilo. ¡Ay! no respiraba así cuando estuvo tan malito. ¡Qué pálido estaba entónces!

Doña Paca advirtió en él, juntamente con los síntomas de agravación, cierta alegría febril, lo que juzgó de malísimo agüero, pues si su amo se volvía niño o demente cuando tan malito estaba, señal era esto de la proximidad del fin. Toda la noche estuvo dando vueltas de un lado para otro, queriendo levantarse, y renegando de que le tuvieran prisionero en la cárcel de aquellas malditas sábanas.

Caía la tarde, y la obscuridad reinaba ya en torno del infeliz tacaño, cuando éste oyó claro y distinto el grito de pavo real que Valentín daba en el paroxismo de su altísima fiebre. «¡Y decían que estaba mejor!... Hijo de mi alma.... Nos han vendido, nos han engañadoRufina entró llorando en la estancia de la fiera, y le dijo: «¡Ay, papá, qué malito se ha puesto; pero qué malito!

Contra esto no había más recurso que figurar que D. Romualdo se había puesto muy malito, y salir de noche a velarle, yéndose a casa de Almudena... Pero la presencia de la Petra podría ser obstáculo: al peligro de que un testigo incrédulo imposibilitara la cosa, se añadía el inconveniente grave de que, en caso de éxito feliz, la borrachona quisiera apropiarse todos o una parte de los tesoros donados por el Rey... Por cierto que mejor que en piedras preciosas, sería que lo trajesen todo en moneda corriente, o en fajos de billetes de Banco, bien sujetos con una goma, como ella los había visto en las casas de cambio.