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Cuando Colón, vagabundo de incierta nacionalidad, andaba por Palos no sabiendo qué hacer. Pinzón le escuchó y le animó con sus informes de viejo navegante del Océano convencido de la existencia de nuevas tierras. Los reyes concedían su licencia al aventurero para el primer viaje, pero con esto no se adelantaba su realización.

Para eso hay que pensar, y su pensamiento lo ocupan por entero los negocios. Otra vez, como en la tarde anterior, surgió en su conversación el recuerdo de los conquistadores, pero por breves momentos. El hombre de presa, el navegante de espada, había sido en muchas ocasiones un místico.

El rio, como si quisiese cerrarle el paso á la invasion del mundo comercial hácia el corazon de la Europa, se divide, abajo de Basilea, en innumerables brazos, casi todos de muy difícil navegacion, que se juntan, se bifurcan y entrecruzan, formando un inmenso laberinto de islotes, unos desiertos y apénas medio asomando como playas, otros mas determinados y cubiertos de gramíneas, otros pantanosos y dislocados, y otros en fin revestidos de caprichosos bosquecillos de sauces que inclinan su pálido y triste follaje sobre las ondas lentas y vagarosas del rio, salpicadas de estacadas que indican los altos y bajos del lecho para mostrarle al navegante la vía que debe seguir.

Con la puesta del sol, la muerte se presenta ante la imaginación del navegante, y recuerda el humilde techo del hogar doméstico, el apacible calor de la casa, el ángel de sus amores. Ensimismado en esos tiernos recuerdos contempla la última luz del moribundo día, llevándole su fantasía á los sitios que sueña.

De las anteriores islas, solamente están habitadas, según ya dijimos, Guajan, Rota y Saipan, siendo estas dos últimas, miserables asilos en que difícilmente se refleja la escasa vida que disfruta la primera. La isla de Guajan la encuentra el navegante á los 13° 26' lat. N. y 150° 52' long.

A pesar de lo espacioso del puerto de Apra, desde luego aconsejamos al navegante, no se aventure en sus aguas sin llevar práctico, pues la situación del anclaje por razón de los abrigos que preserven en lo que cabe los fuertes temporales de Oeste á Noroeste, á cuyos cuadrantes tiene pocos resguardos el puerto, y el sinnúmero de escollos que se extienden desde el sitio denominado la Caldera, á la playa, son innumerables.

No fue enemigo de la empresa, como dicen algunos, pero le pareció insensata la facilidad con que su esposa había accedido a todas las peticiones del navegante... Y Colón, en los últimos años, adivinando las dificultades en que se verían sus descendientes para sostener la absurda herencia, repetía en todos los documentos que era de Génova, aconsejaba a sus hijos que se pusiesen en contacto con el gobierno de la República, y se valía de halagos y súplicas para conquistar su favor y el de los poderosos mercaderes del Banco de San Jorge.

Era este, como el puerto que aparece al navegante al cabo de una prolongada travesía; era el resultado de mis cálculos, el triunfo de mis ideas, un tributario en fin del Rio Securi, que yo habia dejado cerca de la Trinidad de Moxos.

Además, entendía el matrimonio con arreglo á la tradición familiar: la mujer dueña absoluta del interior de la casa, pero confiada en los asuntos exteriores á la voluntad del señor, del guerrero, del jefe del hogar, sin permitirse pensamientos ni objeciones sobre sus actos. Fué Ulises el que adoptó por mismo la decisión de abandonar la vida de navegante.

Se partía un costado de la nave, sin que ésta hiciese agua, y seguía navegando á velas desplegadas, con el rey, las damas de su corte y el séquito de barones cubiertos de hierro. Veinte días después llegaban á Valencia sanos y salvos, como todo navegante que en momentos de peligro pide auxilio á la Virgen del Puig.