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Actualizado: 6 de junio de 2025
Ludovico enumera la larga serie de los desafueros que ha cometido, calificando como más grave el de haber seducido á una monja, haberla robado y casádose con ella; haberla llevado á Valencia, malgastando allí toda su fortuna, é intentado después prostituirla para lucrarse de su deshonra; pero que ella se opuso, y volvió otra vez á su convento.
Viendo el peligro inminente que corría aquel hombre singular, la monja había lanzado un grito penetrante y se había precipitado sobre la balaustrada de su palco, apoyando en ella las dos manos; él se apoderó de una, imprimió sobre ella un beso ardiente, y continuó dirigiéndola una mirada terrible y fija.
Lo cubrió de flores, encendió los cirios, adornó la habitación con negros crespones. Después dispuso que velase el cadáver una hermana de la caridad en compañía de ella. Dejáronlas al fin solas. Rezaron largo rato de rodillas. Cuando terminaron su rezo, Cecilia rogó a la monja que fuese a la cocina a dar orden para que se le hiciese te, porque estaba desfallecida.
En la «primera» se comprendía lo referente «al supuesto propósito de hacer monja a Gloria contra su voluntad», de que yo hablaba; en la «segunda» entraba el permiso para contraer matrimonio; en la «tercera», todo lo relativo a intereses, y la posibilidad de una entrevista y convenio amistoso.
En resolución, doña Inés quiso persuadir a Juanita, y me parece que hasta logró persuadirse ella misma, de que deseaba ser monja, de que por imposibilidad no lo era y de que hacía un sacrificio en no serlo.
Sin embargo, no se descubre á sus parientes, que, llenos de gratitud por haberles perdonado la vida, prosiguen su viaje hacia un monasterio, en donde Leonarda debe profesar. Don Gil, al ver á ésta, siente inflamarse su pecho con un nuevo amor, é intenta poseerla; pero todos sus esfuerzos se estrellan en la resistencia, que les opone la piadosa monja.
Cuidado con el demandadero y con la monja, que no salgan. Desenganchó Martín los caballos y fué con ellos a la venta. Le salió al paso una muchacha redondita, muy bonita y de muy mal humor. Le dijo Martín, lo que necesitaba, y ella replicó que era imposible, que el amo estaba acostado. Pues hay que despertarle. El mozo no estaba. Ya ve usted, no está el mozo.
Pero te obstinabas, no sé por qué en ser monja: habías dado un paso decisivo, y era necesario dar otro paso contrario, decisivo también; me daba miedo tu resolución... tú estabas sin duda desesperada... No me contestó tristemente. Tú has amado, Amparo; amas. ¿Es decir que somos hermanos...? ¿que es usted tan generoso que no mira en mí siempre más que a la pobre Amparo?
La monja que había reprendido a su compañera se destacó del grupo para decirle: Madre, la hermana Luisa acaba de jactarse de coser mejor que la hermana Isabel y se ha impacientado mucho porque le dije que no debía hacerlo. ¿Es verdad, hija mía? preguntó en tono severo la superiora. La hermana Luisa bajó la cabeza.
Llegaba un día clásico. Era necesario un sermón. Seis meses antes empezaba una lucha sorda en el convento. Cada madre quería que su confesor fuese el encargado de la oración sagrada. Y como había muchas madres y muchos confesores, de aquí la lucha. Cada confesor influía sobre su monja.
Palabra del Dia
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