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Actualizado: 6 de junio de 2025


Quería traerle una; pero después de correr las fruterías de la calle Mayor, buscando las primeras que acababan de llegar, había desistido por su pobreza. Todo su dinero se lo habían llevado las violetas. Otro día, ¿me oyes? murmuraba en su oído, como si la propusiese una travesura infantil . Otro día te las traeré, sin que se entere la monja, sin que lo vea el médico.

Era alegre, valiente, aficionado a cuentos y chascarrillos, donde siempre jugaba papel principalísimo algún cura o monja. No pronunciaba bien las erres. Don Jaime Marín, propietario de cuatrocientas fanegas de pan, que con la contribución equivalían a unas seis mil pesetas, sería un gran calavera, un licencioso, un monstruo de corrupción si no tuviese por mujer a doña Brígida.

Pues nada, hijo, que ha habido conjunción de pucheros y el de María Villasis triunfa. Será más delicado. ¡Pchs!... Bizcochitos de monja y tocino de cielo... Prefiero el de Curra: es más sustancioso. ¿Pues cuál es?... Olla podrida.

«Esto que te doy añadió la monja , es una reparación de los nervios y un puntal del ánimo desmayado. No creas que lo hago a escondidas de la Superiora, pues acaba de autorizarme para darte esta golosina, siempre que sea en la medida que separa la necesidad del apetito y el remedio del deleite. Yo que esto te entona y te da la alegría necesaria para cumplir bien con los deberes.

Oculta la frente entre sus manos y las lágrimas ruedan a través de sus dedos. Ya podemos figurárnoslo: era la monja que asistió a la corrida de toros.

Así creo que se yama en el convento. Para e y será la señorita Gloria. ¿Se la puede contestar? ¿Por qué no? Pero ¿quién es usted, y cómo puede llevar cartas a una monja? Me lo explicó con la brevedad y el lenguaje espontáneo y pintoresco que caracteriza a las menestralas sevillanas. Se llamaba Paca y «había sido siempre mucho» de la casa de la señorita Gloria.

El realista no sabía al principio qué hacer de aquella niña: ocurrióle hacerla monja; pero impulsado por un repentino egoísmo, resolvió conservarla á su lado. Era solo: su casa necesitaba una mujer. ¿Quién mejor que Clara? Su inteligencia no estaba bien cultivada, pues no sabía sino leer, escribir y hacer algunas cuentas; pero, en cambio, cosía muy bien y entendía de toda clase de labores.

Considera ella, en primer lugar, que no es buena su vocación; que quiere tomar el velo por despecho y como desesperada; y, por otra parte, cree que decir á su madre que quiere ser monja es un acto de rebeldía, es oponerse á su voluntad de casarla con D. Casimiro. ¿Qué piensa V. de la situación de mi desgraciada amiga?

Julián pertenecía a la falange de los pacatos, que tienen la virtud espantadiza, con repulgos de monja y pudores de doncella intacta. No habiéndose descosido jamás de las faldas de su madre sino para asistir a cátedra en el Seminario, sabía de la vida lo que enseñan los libros piadosos. Los demás seminaristas le llamaban San Julián, añadiendo que sólo le faltaba la palomita en la mano.

No sabemos si después de haber profesado se la pasó el despecho, y se arrepintió de haberse apartado de un mundo, para encerrarse en otro. Ella no lo dijo á nadie. Al profesar, por una antítesis violenta con su carácter, tomó el nombre de María de la Misericordia. Desde que fué monja, empezó á conspirar por su cuenta y á sostener sus conspiraciones con su dinero.

Palabra del Dia

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