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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Paseábanse con los dedos enlazados, hablando apenas y mirándose, de tiempo en tiempo, en los ojos, sin sonreír. La doncella le llevaba a los sitios más frondosos y ocultos. Allí la naturaleza les descubría en la mariposa, en el pájaro, en el más menudo insecto, su impura inocencia. El mágico deseo palpitaba, aleteaba, chirriaba ante ellos, en la quietud blanda y calurosa del verano.

Ante los grupos de nobles matronas, su cortesía pudo más que el miedo. «Buenos días...» Pero las damas contestaron su saludo a flor de labios, siguiéndole con ojos severos y mirándose después entre ellas... «También éste era de los culpables.» Y todo el peso de su indignación se descargó mudamente sobre Maltrana, el primero que osaba presentarse ante ellas.

Hubo un instante en que ambos permanecieron inmóviles mirándose a los ojos. Al fin García se dirigió con paso precipitado a la puerta. Antes de traspasarla se volvió y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: ¡Que no te tome Dios en cuenta, Tristán, la injusticia que estás cometiendo! Tristán sólo entró en el comedor para despedirse de su mujer y besar a su hijo.

Sus dos primas la observaban, mirándose luego con cierto aire de asombro, como si esta nueva manera de ser tuviese también su punto censurable. A Fernando, que de allí a poco debía emprender un viaje a Europa, le habló en tono afectuoso, pidiéndole no dejara de escribir con frecuencia, y ayudó a su madre, muy solícita, en el arreglo del equipaje.

Bandas de muchachos aprovechaban la ausencia de los mayores para hacer suya toda la cubierta. Niñeras de diversa nacionalidad, con una criatura al brazo, formaban amigables grupos, mirándose sonrientes sin entenderse. Otras empujaban cunas con ruedas, en cuyo interior una cabeza abultada, de suaves cabellos, aparecía medio dormida entre puntillas y lazos.

; , señor, vuestro hijo contestó el duque de Uceda. Y el padre y el hijo delante de doña Ana, aterrada, quedaron mirándose frente á frente. Entrambos se encontraban contrariados. Ni el padre ni el hijo habían esperado verse allí de una manera tan ambigua.

Los dos en uno continuaba el joven, con sorda exaltación, unidos para siempre; mirándose en los ojos como en un espejo; repitiendo sus nombres con la entonación de una estrofa; morir así si era preciso para librarse de la murmuración de la gente. ¿Qué les importaba a ellos el mundo y sus opiniones? Y Leonora, cada vez más débil, seguía negándose. No, no;... tengo vergüenza.

Se atusaba el bigote, mirándose de vez en cuando el terno de lana inglesa para corregir los pliegues y expulsar las motas de polvo. Era un hermoso pirata disfrazado de gentleman.

Al oír esto Melchor que se ponía el «panamá» mirándose en el espejo del ropero, dio vuelta rápidamente hacia Baldomero clavándole la vista como en un reproche y cuando parecía que iba a prorrumpir en una amenaza dijo como renunciando a ella y como para terminar con el diálogo: ¿Mandó ensillar el zaino? ...Voy... , señor... voy... ¡cómo... ha... de... ser!... contestó Baldomero alejándose.

El tío presentía el suceso dijo Maltrana alegremente . De enterarse a tiempo, hubiera sido capaz de pedir su parte de colores. El recuerdo de las caricias le hizo juntarse, enlazar sus brazos, caminar apoyados uno en otro, mirándose con ojos en los que aún brillaba el fuego de las recientes sensaciones. Feli olvidaba su enfado.

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