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Actualizado: 28 de julio de 2025


Rogóle Tosilos le contase lo que le había sucedido, pero Sancho le respondió que era descortesía dejar que su amo le esperase; que otro día, si se encontrasen, habría lugar par ello. Y, levantándose, después de haberse sacudido el sayo y las migajas de las barbas, antecogió al rucio, y, diciendo ''a Dios'', dejó a Tosilos y alcanzó a su amo, que a la sombra de un árbol le estaba esperando.

Entonces Velázquez, deponiendo las últimas migajas de orgullo que le quedaban, profirió con voz temblorosa: He pasado una noche y un día muy amargos, Soledad. Me parecía imposible que un cariño de toda la vida pudiera romperse en un minuto.

«No seáis cruel, mi querido Príncipe dijo la señora sonriendo. Por lo demás, yo espero quitarle al buen Migajas esos humos que está echandoUna carcajada general acogió estas palabras, y allí era de ver todas las muñecas, y los más celebres generales y emperadores del mundo, dándose simultáneamente cachiporrazos en la cabeza como las figuras de Guignol.

Viendo, ora la hechicera boca de su amada, que aparecía y desaparecía, ora un mar de olas inverosímiles, flotas a la vela, abordajes heroicos, armas y banderas extrañas, fuese quedando dormido. Un ratón salió de la cueva y otros le siguieron. El número se acrecentaba sin cesar y todos devoraban con desconfiada premura las migajas caídas en torno de la mesa.

Mas no era por cierto muy desairada la situación del buen Migajas, quiero decir, que era hasta cierto punto correspondido en su loca pasión. ¿Quién puede medir la intensidad amorosa de un corazón de estopa ó serrín? El mundo está lleno de misterios.

Y dejando a un lado estos goces más o menos espirituales, por los que más de un muchacho en la villa haría estupendos sacrificios, y atendiendo únicamente al aspecto material de la existencia, o sea al bienestar del cuerpo, menester es dejar escrito que el Menino estaba en su jaula como un arzobispo y tratado a qué quieres cuerpo, y pide por esa boca; cañamón por aquí, alpiste por allá, unas veces lechuga, otras, sopas de chocolate, otras, migajas remojadas en leche; en fin, que pedir más era ofender a Dios.

Migajas estuvo á punto de caer al suelo; pensó en el suicidio; invocó á Dios y al diablo.... ¡La han vendido! murmuró sordamente. Y se arrancó los cabellos, y se arañó el rostro; y en las pataletas de su desesperación, se le cayeron al suelo los fósforos, los periódicos y los billetes de Lotería. ¡Intereses del mundo, no valéis lo que un suspiro!

Por no separarse de su mujer, a cambio de las migajas de su amor, sufría aparentando desconocer su vilipendio, se burlaba de otros maridos infortunados, pretendiendo garantizar con la osadía la falta de vergüenza; hizo papel de engañado, y así, insensiblemente, fue pasando de la debilidad a la costumbre y de la costumbre al envilecimiento, hasta ser un ejemplar extraordinario, un caso de ceguera moral inverosímil y absurdo.

¡Talmente son judíos! ¡Como tales judíos obran, cerrando su puerta a los pobres y echándolos al camino! ¡Las migajas de su mesa se las dan a los canes! ¡La suerte de un pobre es más triste que la de un can! ¡Porque un pobre sabe resignarse, y un can rabia! Se abre un postigo en el gran portón de la casona, y uno a uno van saliendo los criados: La Roja, Don Galán, La Recogida.

Y Azorín ha contestado: Yo imagino, Sarrió, que usted ya se regodea con las pechugas de esos patos. Y esos patos son de un buen hombre que es obispo. Este hombre, además de ser obispo, es un poco sabio y un poco artista, y en los ratos que le dejan libre sus cuidados se asoma al río y va echando migajas a los patos. San Bernardo era también amigo de los animalillos que Dios cría.

Palabra del Dia

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