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Actualizado: 28 de junio de 2025
Pues concertarse con los que iban á recoger la basura á la casa donde estaba en esclavitud su adorada, y por tal medio, que podrá no ser poético, pero que revela agudeza de ingenio, y un corazón como la copa de un pino, Migajas se introdujo en el palacio. ¡Cómo le palpitaba el corazón cuando subía y penetraba en la cocina!
En realidad, era una mezcla de amigo y de parásito, el camarada pobre, complaciente y activo que acompaña al señorito de familia rica en mala inteligencia con sus padres, participando de las alternativas de su fortuna, recogiendo las migajas de los días prósperos é inventando expedientes para conservar las apariencias en las horas de penuria.
No puede encontrar ya otros admiradores que ese monseñor y otros igualmente pedigüeños... Y yo, que soy su hija, la suplico como una mendiga para que me dé unas migajas con acompañamiento de sermones... ¡Ay, si no hubiese sido por tu madre! Esa sí que era una gran señora: nunca le lloré en vano; hasta me daba más que yo pedía. Tú sabes indudablemente que le debo algún dinero.
De estas migajas que recoge con paciencia y prolijidad, forma sus medios de resistencia, y cuando los ejércitos de Rosas han triunfado por todas partes y llevado el terror y la matanza por todos los confines de la República, el general manco, el general boleado, grita desde los pantanos de Canguazú: ¡la República vive aún!
Ya lo supongo contestó el Canciller abriendo los brazos; cerrándolos repetidas veces. ¡Oh, desgraciados, desgraciados! exclamaron en coro los Emperadores, Espartero y demás personajes. Y menos desgraciada yo añadió la dama, que encontré un protector y amigo en el valeroso y constante Migajas, que supo librarme del bárbaro suplicio.» Pacorro se puso colorado hasta la raíz del pelo.
No usaba zapatos, por serle esta prenda de grandísimo estorbo, ni tampoco medias, porque le molestaba el punto. La familia de Pacorrito Migajas no podía ser más ilustre. Su padre, acusado de intentar un escalo por la alcantarilla, fué á tomar aires á Ceuta, donde murió.
Sobre lo desconcertado que ya estaba, aquella contestación y la actitud inquisitorial con visos de hostil en que se me presentaba acabaron de privarme de las escasas migajas de razón que aún retenía. Comencé a desbarrar de un modo lamentable.
"Sabrosísimo pan está, dijo, por Dios." Y como le sentí de qué pie cosqueaba, dime priesa. Porque le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría ayudarme a lo que me quedase. Y con esto acabamos casi a una, y mi amo comenzó a sacudir con las manos unas pocas de migajas y bien menudas, que en los pechos se le habían quedado.
Al asombro de Migajas sucedió una pena tan viva, que deseó morirse en aquel mismo instante. ¡Ver desaparecer al objeto amado, cual si se lo tragara la insaciable tumba, y no poder detener aquella existencia que se escapa, y no poder seguirla aunque fuera al mismo infierno! ¡Desgracia superior á las fuerzas de un mortal!
Alargando el hocico hacia la derecha, veía asomar por la portezuela uno de los brazos de la dama sacrificada al vil metal. Aquel brazo rígido y aquel puño de rosa hablaban enérgico lenguaje á la imaginación de Migajas, que en medio del estrépito de las ruedas oía estas palabras: ¡Sálvame, Pacorrito mío, sálvame!
Palabra del Dia
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