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Actualizado: 28 de julio de 2025


¡Vida, vida, sangre, calor, pellejo! gritó Migajas con desesperación, agitándose como un insensato. ¿Qué es esto que pasa en La Princesa le estrechó en sus brazos, y besándole con sus rojos labios de cera, exclamó: «Eres mío, mío por los siglos de los siglosEn aquel instante oyóse gran bulla y muchas voces que decían: «¡La hora, la hora

No podemos evadir ninguna de las leyes de nuestra naturaleza; no nos es dado pasar al reino humano, á pesar de que á los hombres se les permite venir al nuestro, convirtiéndose en monigotes netos. ¡Cosa más particular! exclamó Migajas lleno de asombro. Ya sabes todo lo necesario para la iniciación muñequillesca. Nuestros dogmas son muy sencillos.

Comía, como los pájaros, lo que encontraba, sin que jamás se apurase por esto, á causa de la conformidad religiosa que existía en su alma, y de su instintiva fe en los misteriosos auxilios de la Providencia, que á ningún ser grande ni chico desampara. Los que esto lean creerán que Migajas era feliz. Parece natural que lo fuese.

Quedaban migajas, no muy añejas aún, del pan de la boda, cuando don Pedro celebró con Julián una conferencia, conviniendo ambos en lo urgente de que el capellán se adelantase a salir a los Pazos para adoptar varias precauciones indispensables y civilizar algo la huronera, mientras no iban a vivirla sus dueños.

Nuestros autores dramáticos, que desde tiempo inmemorial la recompensaban en el último acto, decididamente le han suprimido las migajas del desenlace clásico y remunerador. Nuestros poetas lanzan contra ella imprecaciones que no tienen de original sino la grosería. En cuanto a nuestras novelas, sabéis hasta dónde brilla por su ausencia la virtud, cuando en ellas no es maltratada.

El se le cruzó en el camino, y asiendo con una mano el freno de la cabalgadura, levantó con la otra su crucifijo de bronce, repitiendo: ¡Dadme, os digo, unas migajas, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo! Entonces, el anciano, inclinó su cuerpo hacia adelante y, por toda respuesta, escupió dos veces con bárbara osadía la santa imagen del Redentor. Ramiro exhaló un grito de espanto.

Si nos rompen esos crueles chiquillos, renacemos de nuestra destrucción y tornamos á vivir, describiendo sin cesar un tenebroso círculo desde la tienda á las manos de los niños, y de las manos de los niños á la fábrica tirolesa, y de la fábrica á la tienda, por los siglos de los siglos. ¡Por los siglos de los siglos! repitió Migajas absorto.

La costurera era arisca, cruel, intratable; pero el mayordomo sabía recabar de ella las pocas migajas de buen humor que tenía en el cuerpo. La requebraba brutalmente, la pellizcaba al pasar, le decía mil groseras desvergüenzas para que las comprendiera al revés.

«¡Qué baile! gritó el Canciller con desparpajo, que baile encima de la mesa. Y si no lo quiere hacer, pido que se le quiten los adornos que se le han puesto, dejándole cubierto de andrajos y descalzo, como cuando entró aquíMigajas sintió que afluía toda su sangre al corazón. Su cólera impetuosa no le permitió pronunciar una sola sílaba.

«Inclito Migajas, lo que acabas de hacer, lejos le amenguar el amor que puse en , lo aumenta, porque me has probado tu valor indómito, triunfando con facilidad de toda esa caterva de muñecos bufones, la peor casta de seres que conozco. Movida por los dulces afectos que me impulsan hacia , te propongo ahora solemnemente que seas mi esposo, sin pérdida de tiempoPacorrito cayó de rodillas.

Palabra del Dia

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