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Discurrieron por los salones en parejas. Migajas daba el brazo á su consorte. «¡Es lástima dijo ésta que nuestras horas de placer sean tan breves! Pronto tendremos que volver á nuestros puestosEl Serenísimo Migajas experimentaba, desde el instante de su transformación, sensaciones peregrinas. La más extraña era haber perdido por completo el sentido del paladar y la noción del alimento.

Después la dama dio un estrecho abrazo al bravo Migajas, y le dijo: «Ahora ya eres mi esposo. Yo tengo poder para casar, así como lo tengo para recibir neófitos en nuestra gran Ley. Amado Principillo mío, bendito seas por los siglos de los siglosToda la corte de figurillas entró de repente, cantando con música de canarios y ruiseñores: «Por los siglos de los siglos

Sobre el aparador estaban, aún sucios, los platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada y sin repasar. En cambio prosiguió el viejo señalando a la pared llueven estampas.

Repuesto al cabo de su violenta emoción, el rapaz miró hacia el interior de la tienda, y vio á unas niñas y á dos ó tres personas mayores hablando con el alemán. Una de las chicas sostenía en sus brazos á la dama de los pensamientos de Migajas.

Su gesto soberano y su gallardo continente, sin altanería, revelaban dominio sobre las demás. Al instante presentó á Pacorrito. Este se quedó todo turbado y más rojo que una amapola cuando la Princesa, tomándole de la mano, dijo: Presento á ustedes al Sr. D. Pacorro de las Migajas, que viene á honrarnos esta noche.

Señora, señora mía dijo, ó quiso decir Migajas mi dicha es tanta que no puedo expresarla. Pues bien manifestó la señora con majestad puesto que quieres ser mi esposo, y por consiguiente, Príncipe y señor de estos monigotiles reinos, debo advertirte que para ello es necesario que renuncies á tu personalidad humana. No comprendo lo que quiere decir Vuestra Alteza.

El cardenal confía en , el cabildo me distingue con su afecto, el Obrero no tiene otra esperanza que mi auxilio. Gracias a las papeletas puede ir tirando la catedral y conservar su antiguo aspecto de grandeza, para que venga el público a admirarla. Somos más pobres que las ratas. Y gracias que nos quedan para remediarnos algunas migajas de nuestro pasado.

Y ella dixo, Si Señor: porque los perrillos comen de las migajas que caen de la meša de šus šeñores. Y fué šana šu hija dešde aquella hora.

En el pórtico de la casa grande, donde se detuvo el coche, cesaron las ilusiones del granuja, porque un criado le dijo que si manchaba el piso con sus pies enlodados, le rompería el espinazo. Ante esta abrumadora razón, Migajas se retiró, lleno el corazón de un ardiente anhelo de venganza.

Entre aquellas figuras interesantísimas se veía á Bismarck, al Emperador do Alemania, á Napoleón y á otros grandes hombres. Migajas no cabía en su pellejo de puro orgulloso. Pintar las emociones de su alma cuando se lanzaba á las vertiginosas curvas del wals con su amada en brazos, fuera imposible.