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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Dimos voces, y él, alzando la cabeza, se puso ligeramente en pie, y, a lo que después supimos, los primeros que a la vista se le ofrecieron fueron el renegado y Zoraida, y, como él los vio en hábito de moros, pensó que todos los de la Berbería estaban sobre él; y, metiéndose con estraña ligereza por el bosque adelante, comenzó a dar los mayores gritos del mundo diciendo: ¡Moros, moros hay en la tierra! ¡Moros, moros! ¡Arma, arma!

Llegaba por las mañanas, á todo correr de sus briosos caballos y se arrojaba del coche, metiéndose en el escritorio como si huyera. Aun así, tenía que separar muchas veces con sus fuertes puños á los que le esperaban en la puerta, para proponerle negocios disparatados ó pedirle dinero. Una vez en su despacho, era difícil abordarle al través de los escribientes y criados que guardaban la escalera.

Después cogía en la boca un buche de agua y algunos granos de algarroba, y metiéndose el pico en la boca... les daba de comer... Era la paloma madre de los tiernos pichoncitos... Luego les daba su calor natural... les arrullaba, les hacía rorrooó... les cantaba canciones de nodriza... ¡Pobre Fortunata, pobre Pitusa!... ¿Te he dicho que la llamaban la Pitusa? ¿No?... pues te lo digo ahora.

¡Qué noches aquéllas de emociones, de nerviosas alegrías, de mareos voluptuosos, y después de aplastamiento, de brutal cansancio...! Juanito era el encargado de abrir la puerta cuando la familia volvía del baile. En la madrugada, cerca de las cuatro, oía chirriar los pesados portones, entraba el carruaje en el patio, con gran estrépito, y él saltaba de la cama metiéndose los pantalones.

Luego tiró de él, metiéndose matorrales adentro, con un esfuerzo alegre y extraordinario al adivinar por la resistencia de la cuerda que el lazo había hecho presa. Fué tan bárbaro su gozo, que tiró con ambas manos, lanzando rugidos de dolor por el desgarramiento que sentía en su hombro herido.

En una de estas volteretas, llamó á la tía Roma, y metiéndose con ella en la alcoba la hizo sentar, y le dijo: Tía Roma, ¿crees que se salva el niño? Señor, será lo que Dios quiera, y nada más. Yo se lo he pedido anoche y esta mañana á la Virgen del Carmen, con tanta devoción que más no puede ser, llorando á moco y baba. ¿No me ve cómo tengo los ojos? ¿Y crees ...? Yo tengo esperanza, señor.

¡Pero chico, si la das con la badila la matas! ¡Que la mate, recontra! ¿Para qué sirve en el mundo esa puerca? ¡Siempre metiéndose donde no la llaman! ¡Caciplándolo todo! ¡Metiendo las narizotas en las cosas de sus hermanos!... ¡Ya no la aguanto más, recontra!

De posada en posada, arrojada de todas poco después de haber entrado, metiéndose en la cama para que le lavasen la única camisa que tenía, el calzado roto, los pantalones con hilachas por debajo, sin cortarse el pelo y sin afeitarse, rodó Juan por Madrid no cuánto tiempo. Pretendió, por medio de uno de los huéspedes que tuvo, más compasivo que los demás, la plaza de pianista en un café.

Los visitantes de Julio, jóvenes melenudos que hablaban de cosas que ella no podía entender, eran algo descuidados en sus maneras... Más adelante encontró mujeres ligeras de ropas, y fué recibida por su hijo con mal gesto. ¿Es que mamá no le permitiría trabajar en paz?... Y la pobre señora, al salir de su casa todas las mañanas, iba hacia la rue de la Pompe, pero se detenía en mitad del camino, metiéndose en la iglesia de Saint-Honorée d'Eylau.

Veíalos yo durante la baja mar de lo alto de una roca, y á pesar de encontrarme muy elevado, al observar que los miraba, la asamblea emprendía su retirada, corriendo de través los guerreros y metiéndose en un instante cada cual en su garita. Ellos no son ningunos Aquiles sino más bien Aníbales. Sólo atacan cuando se sienten fuertes, devorando á vivos y muertos.

Palabra del Dia

bagani

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