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Actualizado: 1 de junio de 2025
Ramón, vas a llevarme ahora mismo a Tejada a todo escape. El cochero le miró con sorpresa. ¿Se ha puesto peor la señorita? Me parece que sí respondió metiéndose en el coche. Para antes de llegar... en la revuelta del molino, ¿entiendes? Teme asustar a la señorita, ¿verdad? preguntó el cochero con gran penetración. No contestó.
Al llegar cerca de la estancia quiso descender de su caballo para abrir una «tranquera», armazón de palos que servía de puerta, obstruyendo el camino; pero vió junto á ella un pequeño mestizo, de diez años, gordinflón, con ojos aterciopelados de antílope y una tez lustrosa de color chocolate claro, que le contemplaba sonriente, metiéndose un dedo en la nariz.
Los escritores, los artistas, los industriales y hasta los tenderos todos se mueren de hambre. Que trabaje el obispo. No hay más medio de ganar dinero aquí que metiéndose en negocios patrocinados por el Gobierno. Pídele datos de esto a tu señor Sánchez Botín. Es un genio. Está muy hueco con el discurso que pronunció ayer. Es de..., de la Comisión. ¿No se dice así? JOAQUÍN. De la Comisión, justo.
Quince ducados, señor. ¡Quince ducados! exclamó Francisco Montiño, metiéndose en un regateo que en aquellas circunstancias era un rasgo determinante del miserabilísimo carácter del cocinero ; ¿pues cuántas gentes han comido y bebido? Dos hidalgos, señor, cuatro criados... Basta... basta dijo el cocinero sacando de una manera nerviosa un bolsillo de los gregüescos ; tomad y adiós.
Pero la Sanguijuelera, cortándole la palabra, se echó un mantón sobre los hombros y salió con su sobrina, tomando el camino de la calle de las Amazonas, adonde llegaron pronto. Capítulo III Pecado «Ese tunante de Pecadillo dijo la Sanguijuelera metiéndose por un portal obscuro no sospecha que viene a verle su hermana. No te conocerá. Era un cachorro cuando te fuiste. Pero qué..., ¿no ves?
«El demontre del viejo se decía la señá Benina, metiéndose a buen andar por la calle de las Urosas , no puede hacer más que lo que le manda su natural. Válgate Dios: si cosas muy raras cría Nuestro Señor en el aquel de plantas y animales, más raras las hace en el aquel de personas.
Se sonrió con aire de superioridad, y metiéndose las manos en los bolsillos, dijo: ¿Cómo quiere usted que sepa yo cuándo viene? Vendrá ... cuando venga. Es que tengo precisión de verle esta misma noche. ¿A qué hora suele venir? No tiene hora fija dijo el portero volviendo la espalda y dirigiéndose á la portería. Después volvió y dijo: Si usted quiere dejarle algún recado....
Pero el valentón sonreía bondadosamente, satisfecho de mostrarse prudente y paternal con este viejo rabioso; y así fué conduciéndole hasta su barraca, donde quedaron él y los amigos vigilándolo, dándole consejos para que no cometiese un disparate. ¡Mucho ojo, tío Barret! Aquella gente era de justicia, y el pobre siempre pierde metiéndose con ella. Calma y mala intención, que todo llegará.
No quiso Dios que la vuelta fuese tan feliz como la ida, porque uno de los ciclistas, llamado, y no por mal nombre, Pedro Minio, de la piel del diablo, había empinado el codo más de la cuenta en el almuerzo, y dio en hacer gracias con la máquina, metiéndose y sacándose por angosturas peligrosas, hasta que en uno de aquellos pasos fue a estrellarse contra un árbol, y se estropeó una mano y un pie, quedándose inutilizado para continuar pedaleando.
Muchos de los contrarios les siguieron dando voces y arrojándoles piedras; pero los fugitivos andaban muy ligeros y lograron refugiarse en la calle de la Gorguera, metiéndose en el portal de la casa en que uno de ellos vivía. Cerraron cuidadosamente por dentro.
Palabra del Dia
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