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Actualizado: 8 de julio de 2025


Maltrana, al recordar su pasado, preguntábase muchas veces cómo habían vivido sus padres. Los había visto reír volviendo de las comidas del domingo, con una alegría extraordinaria, pugnando él por cogerla del talle al envolverles la sombra del crepúsculo, defendiéndose ella, escandalizada por estar en medio de un camino.

Yo te presentaré a una peña de verdaderos escritores. Grandes poetas... gente que ha estrenado con éxito. Y frecuentó por las tardes una cervecería, punto de cita de la nueva tertulia, que, por su aspecto, impuso gran respeto al tímido Maltrana. El hijo de la Isidra experimentó gran turbación al tratarse con dos marqueses que eran poetas y otros jóvenes emparentados con famosos personajes.

En estas condiciones, pues continuó el senador con entonación oratoria , me es imposible dedicar mi actividad a los trabajos de pluma, exteriorizar mis modestas ideas sobre el papel. Porque yo, amigo Maltrana, también soy escritor.

Había hecho buenos negocios; apenas sabía pintar su firma, pero las echaba de anticuario, y tenía su tienda en el patio de las Américas viejas. Los dos conocían vagamente a su sobrino Maltrana, por haber llegado hasta ellos su fama de sabio. Además, la esperanza de que pudiese heredar a su protectora les inspiraba gran consideración.

Pero ¡nos vamos a arruinar, nene! suspiraba ella, posando la cabeza en un hombro del amante . no tienes dinero para tanto. Maltrana protestó. El trabajaría. ¿Y para quién era todo su dinero?... Para su Feli, para su gorrera graciosa, que lo había abandonado todo; siguiéndole a él, pobre y feo. ¡No digas eso!... suspiraba ella . eres el hombre más guapo de Madrid, el que más sabe.

Sólo sonaban los pasos de Maltrana haciendo crujir la arena, y este ruido le parecía tan grande, tan agigantado por el silencio, que podía despertar a los guardas a muchas leguas de distancia. De vez en cuando la selva agitábase con ondulaciones ruidosas. Una ráfaga de viento moviendo una rama daba la señal. Toda la arboleda se estremecía, inclinando las copas.

Acérquese, Maltrana. ¿Cómo le va?... Diga si no es cierto que yo le he preguntado muchas veces por este señor... diga si no me he quejado porque su amigo me miraba con cierta antipatía y parecía huir de .

En los días de trabajo, si el tiempo era bueno y Maltrana tenía en el bolsillo algunas pesetas, encaminábase al barrio de las Carolinas, para almorzar con su amigo el Mosco, el cazador furtivo, cuya gloria llegaba hasta Colmenar.

Maltrana, una tarde en que los dos estaban solos en la cervecería, echó su silla atrás, sintiendo impulsos de cerrar de una bofetada aquellos ojos claruchos fijos en él cínicamente. Una mano ágil, de femenina suavidad, había trotado sobre sus piernas por debajo de la mesa. Pero exclamó indignado no eres escritor, ni poeta, ni nada. eres un... Y soltó la palabra brutal y callejera.

El guía de Maltrana los conocía a todos como antiguos parroquianos de la casa. El primero en quien se fijó fue el Machaco. Cuando le trajeron por primera vez dijo el empleado tenía tanto miedo, que en el rastrillo le dio un accidente y hubo que curarle. Después, mira esto como su casa... , ¿cuántas veces has venido?...

Palabra del Dia

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