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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Dispénsame, Magdalena, tengo que salir... ¡Ah! dijo en el momento en que la dejaba, me preguntabas cómo le encuentro... Pues bien, mi opinión no ha cambiado... El señor Baltet es un majadero, a quien la primera mujer un poco lista escamoteará cuándo y cómo le plazca... Si soy yo exclamé, no me quejo. Y tienes razón respondió Francisca, con no qué relámpago en los ojos.

Emilia se contentaba con sonreír, le llamaba majadero, o decía: «¡Qué pesado se pone Vd.!» Sin embargo, cuando acabada la testamentaría siguió yendo a verla con la misma asiduidad, la viuda no cayó en la cuenta de que ya no estaba justificada tanta visita.

Al fin se despidió lleno de gozo, prometiendo venir a buscarlas de noche para llevarlas al teatro. Al poner el pie en la calle, cortó repentinamente el hilo de sus risueños pensamientos el ver apostado en la acera de enfrente, y en actitud de espera, a lo que podía sospecharse, al cadete enamorado de su hermana. «Vaya, me parece que voy a tener que andar a pescozones con este majadero» se dijo.

Roñoso para todo, era hombre de rumbo para los gastos de la casa y de la bella Hortensia. Tenía el sentimiento del comerciante rico que considera a la mujer como el mejor medio de lucirse. En la apariencia, don Matías era un hombre respetabilísimo, serio, de ideas profundas; en el fondo era un pobre majadero, un caso de pedantería y de vanidad grotescas.

El contralor comprendió desde luego mis dudas, y se contentó con decirme: allez, monsieur, allez. Allez, monsieur, allez, quiere decir: anda, anda, que allá dentro te arreglarán; ó bien esto otro: estoy haciendo mi vendimia; ¿no ves, majadero, que tengo un racimo en la mano? No seas impertinente, anda y déjame en paz.

Así se triunfa de estas mujeres... ó á primera vista ó nunca. Me repugna... Sois mal galán de capa y espada... no servís para una comedia. Lo confieso. ¿No me habéis recibido por maestro? . Pues obedecedme. Bien quisiera, pero tengo el corazón lleno. ¡Alma de niño! ¡majadero incorregible! doña Clara Soldevilla es el corazón, esta mujer la cabeza. ¡Ah! ¿Me habéis comprendido?

Reuníanse en su casa los sugetos de mas fino trato de Babilonia, y las mas amables damas; servíanse exquisitas cenas, precedidas las mas veces de academias, y que animaban conversaciones amables, en que nadie aspiraba á echarlo de agudo, que es medio certísimo de ser un majadero, y deslustrar la mas brillante tertulia.

La Marquesa tenía a su esposo por un grandísimo majadero, condición que ella creía casi universal en los maridos. Ella que era liberal. Muy devota, pero muy liberal, porque lo uno no quita lo otro.

En un lenguaje elevado y poético, Jacinto desbordó sus protestas de amistad y simpatía... El distinguido capitán había sido calumniado en el Tandil... Como amigo, Jacinto había tomado su defensa... Hasta hubo de batirse con un colega de La Mañana... Felizmente ya todo estaba aclarado... Y le daba su enhorabuena por su casamiento con Coca... Absorto mientras el poeta periodista hablaba, decíase para Pérez: «O este majadero está loco, o yo estoy loco»... Lo de su casamiento con Coca fue lo que de pronto le sacó de su mutismo...

¡Qué cosas tenemos a lo mejor los hombres llamados formales! dijo . Pues mira: pequeñeces son y hasta tonterías parecen; pero tienen su encanto, y ¡qué demonios le queda de placentero a la vida si se le quitan esos recreos?... ¿No es así? Pues, canástoles, el que se riera de nosotros ahora, sería un grandísimo majadero.

Palabra del Dia

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