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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Yo, cuando subo a casa de un pobre y me entero de su vida, y le socorro y le aconsejo; cuando doy vueltas por Madrid buscándole alguna colocación, estoy entretenidísimo, tanto como cualquier señorito en los bailes de Montijo, con la diferencia de que mientras él llega a casa al amanecer, hastiado, ojeroso y mustio, yo me acuesto tranquilito a las doce, y si he hallado empleo para mi hombre, me duermo más contento que el Rey de Prusia, y si no lo he hallado, me levanto por la mañana con ánimos para revolver todo Madrid... Dime tú ahora, ¿quién entiende mejor la vida, él o yo? ¿Quién es aquí el egoísta?... Voy a ponerte otro ejemplo.
Cruzo la senda Sola y oscura, Dame un destello De tu alba luz. Soy árbol mustio, Quiero frescura, Soy desgraciado, Quiero ventura... Dámela tú. Como se ve, son simples cantares populares, ecos melancólicos y tristes, como si ese tinte del espíritu fuera el único rasgo que identifica a la especie humana bajo todos los climas y en todas las latitudes.
En el pasillo, Cristeta habló a su adorador en voz baja: ¡Por caridad... vete! ¿Hablaremos? repuso él suplicante. No me hagas ser mala. No quiero. Vete... El pasillo estaba ya lleno de gente. Don Juan comprendió que no era posible seguir hablando sin ponerse en ridículo. Mustio, alicaído y rabioso, bajó tras ella la escalera.
Huyen del mustio viejo las Camenas; Si la flauta de Pan su labio toca, Allí perece el desmayado aliento, Sin convertirse en melodioso viento, Y la risa del sátiro provoca.
Ahogábase entre las tapias; necesitaba ver su campo, como los que necesitan contemplar su desgracia para anegarse en la voluptuosidad del dolor. Y con las manos llenas de barro volvió á salir de la barraca, quedando plantado ante su bancal de mustio trigo. A pocos pasos, por el borde del camino, pasaba murmurando la acequia, henchida de agua roja.
La montaña, desde que yo no andaba por ella, había cambiado mucho de aspecto: los robledales que dejé bastante bien vestidos todavía, aunque con el ropaje mustio y amarillento, se hallaban completamente desnudos, y lo mismo les pasaba a las hayas y a los arbustos de «hoja mudable». El suelo estaba «deslavado»; la yerba de las brañas, tendida y atusada como el pelo de una cabeza recién sacada del agua, y era cada hondonada un torrente.
La devota muchedumbre no veía pasar la procesión en reverente y mustio silencio, sino con alborozo y algazara, prorrumpiendo en nutridos y sonoros vivas, entre los cuales se oían a veces proposiciones candorosamente heterodoxas y aun un poco blasfemas de puro entusiásticas, como, por ejemplo: «¡Viva nuestro glorioso Patriarca, que joroba a todos los demonios!» «¡Viva nuestro Santo Patrono, que achica a todos los otros santos!»
En habiendo eyaculado este apostrofe, Apolonio, apaciguándose súbitamente, volvió detrás del mostrador y se aplicó a cortar suela. Al cabo de media hora de vergozante contemplación, Novillo retornó al diván, y al punto Apolonio acudió a su vera y reanudó el hilo de su palique. No son estos amores desdichados, no, lo que me trae mustio, melancólico y descontento.
Verdaderamente no era guapo; su rostro estaba envejecido, mustio, lleno de arrugas; sus ojos no tenían brillo; las gafas le habían dejado una señal roja en lo alto de la nariz. Había en su fisonomía un no sé qué de gris, de muerto, como si no fuera la de un hombre vivo, sino la mascarilla de un cadáver. No parecía ni un espía ni uno de los que los espías se dedican a perseguir.
Mientras el P. Martínez repetía por centésima vez y ya llevaba ganados unos cinco mil reales que como el dolor de una madre no hay otro, y echaba, sin pizca de dolor propio, sobre la imagen enlutada del altar, toda la retórica averiada de su oratoria de un barroquismo mustio y sobado; el amor sacrílego iba y venía volando invisible por naves y capillas como una mariposa que la primavera manda desde el campo al pueblo para anunciar la alegría nueva.
Palabra del Dia
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