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Actualizado: 13 de mayo de 2025
En las revueltas de aquella hondonada se distinguían chozas míseras, y a lo lejos, oprimida entre las moles del Asilo de Santa Cristina y el taller de Sierra Mecánica, la barriada de las Injurias, donde hormiguean familias indigentes. Sentáronse los dos. Almudena, dando resoplidos, se limpió el copioso sudor de su frente.
Ha comprado muchas tierras en su aldea, y las ha distribuido entre sus antiguos convecinos... a renta; pero dispensando a éstos el favor de no embargarles la manta de la cama cuando, por bien probada necesidad, dejan de pagarle... un año; al segundo ya varía de conducta, si el abuso se repite; y esto, únicamente por respeto a su derecho, no porque necesite para nada las míseras economías de aquellos pobres campesinos.
La escuela protestante asomaba sobre las míseras casuchas su mole de ladrillo rojo.
¡Oh!, ¡qué mundo, qué mundo aquel tan injusto y tan asqueroso! ¡Con cuánta razón se resistía a entrar en él Lilí, aquel ángel del Señor tan puro y tan bello!... Y a este recuerdo, con la rapidez con que se muda la decoración en una comedia de magia, sustituyó en su mente la imagen de la niña al Madrid injusto y asqueroso que provocaba sus iras, y quedaron frente a frente, embargando todo su entendimiento, la celestial figura de Lilí, derramando luz vivísima del cielo, y el montón de lodo repugnante y hediondo, la charca sucia y cenagosa que acababa de formar ella con tanta saña, haciendo examen general de toda su vida... Currita creyó ver una cloaca a la pura y rosada luz del alba, creyó ver el infierno a la luz del paraíso y se sintió confundida y se juzgó condenada; porque aquel montón de lodo era ella misma y aquel resplandor de Lilí era la luz de Dios, único criterio de moral, independiente de míseras condescendencias sociales, a que deben de ajustarse los actos humanos.
Si quieres que nazcan al paso de tu alma las rosas celestes, acoge el dolor del ocaso y zurce las míseras vestes. Bien sabes que es noble y es santo alzar al que cae en la vía. No dudes ni niegues. El llanto secado es raudal de alegría. Si pones tu mano en la mano del pobre, Dios besa la tuya. No cierres tu puerta, ¡oh mi hermano! no sea que de ella Dios huya.
Tal vez esta riada era la definitiva. ¿Quién sabe si serían ellos los destinados a perecer con las últimas ruinas de la ciudad?... Las mujeres gritaban asustadas al ver las míseras callejuelas convertidas en acequias. ¡El pare San Bernat!... ¡Que traguen al pare San Bernat! Los hombres se miraban con inquietud. Nadie podía arreglar aquello como el glorioso patrón.
No, de la infamia el torcedor recuerdo nunca el dolor y la vergüenza borran; nunca de la crueldad la horrenda imágen el sentimiento conturbado ahoga, ni el crímen de brutales apetitos en las alas del tiempo se evapora. ¿Qué fué de aquella triste, profanada entre el horror de noche tormentosa, al resplandor del implacable incendio que las cabañas míseras devora, muertos los padres, los hermanos muertos, al pié de la tajada escueta roca que vecina á la playa de Almuñécar, eternas baten las inquietas olas?
Maltrana comenzó a bajar la cuesta de la última calle de las Carolinas, que era la del Mosco. Frente a él, al final de la doble fila de míseras casuchas, estaba el cerro de los Pinos, la fuente del Caño Dorado, un frondoso rincón plantado por los constructores del canal del Lozoya, y que con los años se había convertido en un bosque. El joven vio venir hacia él un grupo de chicuelos.
Hablando de su enfermedad, se trató de otras análogas y de otras muchas que, sin parecerse a ellas, tenían, sin embargo, el mismo funesto desenlace: la muerte del enfermo; y ya en este camino, fuimos a parar al consabido «desaliento» de los doctos en el «arte de curar» en cuanto cotejan y comparan los recursos de su ciencia con las míseras condiciones físicas del hombre; sólo que el mozo aquél, al convenir conmigo en la ineficacia de la medicina en la mayor parte de los casos de apuro, no se llevó las manos a la cabeza, ni renegó de la incapacidad humana, ni mostró esperanza alguna de que ya irían arreglando poco a poco esas dificultades «los héroes y los mártires de la ciencia»: al contrario, sin negar que estudiando mucho podía averiguarse algo más de lo que se sabía en la materia, dio los fracasos actuales, y aun los venideros, por cosa necesaria y con los cuales ya contaba él al empezar sus estudios; es decir, que no le noté la menor chispa de entusiasmo por su profesión, ni el menor síntoma de desencanto al tocar en la práctica de ella sus deficientes recursos.
La parte alta del pueblo, asaz reducida, tiene la cara que mira al Norte edificada á pico en el borde del abismo, negra, fría, azotada eternamente por el viento, de frente al Grande Océano. Allí sólo se ven míseras viviendas.
Palabra del Dia
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