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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Preso sea el malsin que tal se alaba; pues aunque él se bendice, en mal acaba. . . . Acechador violento en las aldeas cual oso hambriento embiste al inocente: sus ojos, sin temer que tú los veas, atalayan, cual leon de lo eminente de su gruta, á las míseras plebeas gentes que asalta audaz cuanto inclemente, pues lisonjeando hipócrita, abatidos coge en la red, rebaños de afligidos
Que sus pasados lares do tenía sus amoríos sean sagrados. Esto ayudará no poco á hacerla nuevamente fecunda. En otros tiempos placíase en las bahías de California. ¿Por qué no dejarla en ellas? Así no se encaminaría en busca de los atroces hielos polares, de las míseras guaridas donde locamente se la persigue, impidiéndola juntarse y procrear.
Aresti salió de su ensimismamiento al ver que entraba en la calle única de Labarga, dos filas de míseras casuchas puestas sobre los peñascos que bordeaban el camino. Los edificios de Gallarta parecían palacios, comparados con las chozas de este barrio de mineros. Eran barracas, conocidas en el país con el nombre de chabolas, con tabiques de madera delgada y techumbre de planchas corroídas.
Prevaleció el amaneramiento de decir siempre que los tiempos eran muy malos, pero muy malos; el lamentarse de la desproporción entre sus míseras ganancias y su mucho trabajar; subsistió aquella melosidad de dicción y aquella costumbre de preguntar por la familia siempre que saludaba á alguien, y el decir que no andaba bien de salud, haciendo un mohín de hastío de la vida.
Pues si la receta no falla ni en naturalezas míseras y enclenques y de mal enderezados pensamientos, ¡qué prodigios no obrará en la tuya, que es modelo de naturalezas ricas, nobles y bien equilibradas?
Cuando el bueno del doctor Livingstone penetró por entre las míseras tribus del Africa que, trabajosamente, se defienden de los traficantes en carne humana y de los leones, como las mujeres le viesen armado de todas las artes protectoras de la Europa, invocándole, no sin justicia, como una providencia amiga, decíanle esta conmovedora frase: «¡Procuradnos el sueño!»
A compasión mueve, no aquel desdichado loco, sino Cervantes, que en él se reflejó harto de veras, con apariencias de donaire y burla; lágrimas que no sonrisas arrancara a los que tienen alma don Quijote, y en él se advierte que Cervantes arrojaba entre sus gracejos al mundo, que no le comprendía, pedazos de sus míseras entrañas.
Con los ojos enrojecidos por un sordo lloriqueo, iba la madre de un punto a otro de la alcoba cumpliendo lo dispuesto por los médicos, preparando los sinapismos que aplicaba por debajo de las sábanas a las míseras piernas del enfermo.
El asno, fiel compañero del trapero, desfilaba en todas sus míseras variedades, tirando de los cajones, trotando bajo los varazos de las amazonas. Eran animales pequeños y sucios, de una malicia casi humana.
Además, yo iba a la cita sin guitarra ni capa, sólo con un junquillo en la mano y vestido de sencilla e inofensiva americana. Nada de brioso corcel tampoco, negro, tordo o alazán. Sobre las propias y míseras piernas, que por cierto me temblaban demasiadamente al acercarme a las ventanas de la casa. En una de ellas vi blanquear un bulto, y me aproximé hasta tocar en las rejas.
Palabra del Dia
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