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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Al fin se quitaron la máscara el día 1.º de Octubre, y muertos á traición doce cristianos, un infame cacique asió de la garganta al santo hermano y con el filo de una pesada macana le partió la cabeza, despojóle después bárbaramente, y de miedo de que no viniesen sobre ellos á vengar aquella muerte los Chiquitos, se huyeron todos juntos, sin saberse dónde.

Su terror casi fue más intenso cuando notó que aquel rostro, que se le había aparecido, caía como una máscara o se disipaba como vapor muy tenue dejando en la capucha un hueco. La capucha y todo el hábito se diría que no encerraban ya sino aire vano: una ilusión, un espectro. El sayal vacío continuaba erguido, no obstante, y hasta se movía y marchaba, como si le llenase y le animase un espíritu.

Y sin añadir ni una palabra, la señorita Guichard salió. Herminia quedó sola y consternada, pero sin arrepentirse de su franqueza, por muy cara que debiera costarle. Porque, ahora, la señorita Guichard había arrojado la máscara y después de esta explicación no se podía esperar de ella el menor acomodo. La joven se preparó á hacer una resistencia desesperada.

Además, yo no me pongo un uniforme por nada del mundo; no me visto de máscara, ni paso por eso de disciplinas y ordenanzas... Para ser mandado, bien estaba allá en la imprenta, con un durazo como un sol todos los días. ¡Ay, cuántos como yo hay en presidio, que en otro tiempo hubiesen sido héroes!...

De vez en cuando, del fondo de la carroza salía rápidamente otro máscara que quería representar al conde de Onís, daba un beso a Fernanda, se lo devolvía ésta a espaldas de Granate, y tornaba a ocultarse con la misma celeridad. Como quiera que esta payasada se ejecutó en la calle de Altavilla, delante de la misma casa de Estrada-Rosa, el escándalo fue enorme, el gentío que la presenciaba inmenso.

Era una especie de máscara; ó mejor dicho, era la calma congelada de las facciones de una mujer ya muerta, y esta triste semejanza se debía á la circunstancia de que Ester estaba en realidad muerta, en lo concerniente á poder reclamar alguna simpatía ó afecto, y á que ella se había segregado por completo del mundo con el cual parecía que aún se mezclaba.

En este mismo momento Tragomer adquirió la certidumbre de que Jenny Hawkins no era Juana Baud y de que en esto estaba el nudo de la intriga. Era preciso descubrir debajo de Juana Baud á Lea Peralli. Porque la máscara con que la cubría Sorege era doble á no dudar. El conde había levantado la de Jenny y mostrado á Juana; no había nada más que esperar.

El iris y la pupila, estriados de biliosas agujas, verdegueaban bajo un fluido transparente, que parecía renovarse sin cesar, como el de una mirada viva, y la boca se encogía bajo el mostacho, como si luchara por contener algún altivo denuesto. Máscara tiesa de cortesano disfrazando a medias la honra colérica, el brío estrangulado.

Su máscara de misantropía y aquella displicencia de genio perseguido eran natural consecuencia de haber llegado al medio siglo sin encontrar su asiento, pues treinta años de tentativas y de fracasos son para abatir el ánimo más entero.

Maximiliano empezó a inmutarse... La máscara fría y estoica parecía deshacerse como la cera al calor, y sus ojos revelaban emoción que por instantes crecía, como una ola que avanza engrosando. «Di si quieres... repetía la diabla con exaltación delirante . Déjate de santidades y reconciliémonos y querámonos... no lo has catado nunca.

Palabra del Dia

hociquea

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